viernes, 6 de abril de 2018

Las razones de una dimisión

El pasado 19 de marzo presenté mi dimisión como director de la Editora Regional de Extremadura y coordinador del Plan de Fomento de la Lectura en Extremadura, aunque no la di a conocer hasta que conté con una fecha final de cese, que fue ayer, 5 de abril, día de San Vicente. Poner fin a un proyecto antes de lo que se creía (y de lo que se quería) siempre es triste; y siempre es un fracaso, tanto propio como de aquellos con los que se ha compartido. Sin embargo, en ocasiones uno siente que no tiene más remedio que hacerlo, que ese es el único camino que le queda para ser coherente con aquello en lo que cree y estar en paz consigo mismo. Accedí al cargo —a los cargos, más bien: dos, director de la ERE y coordinador del PFLEX, fundidos en un solo puesto de trabajo— con muchas ganas y una gran ilusión: además de permitirme volver a España, a casa, tras dos años y medio de apartamiento en Londres, me ponía en las manos un sello prestigioso y admirado, y la posibilidad de hacerlo avanzar, tras algún tiempo, me parecía, de anodinia y declive. Era un reto estupendo, para el que contaba con alguna experiencia, algunos conocimientos y, sobre todo, una enorme voluntad, que no dudo en calificar de entusiasmo. Plasmé aquellas ganas en la entrada que colgué, tras serme comunicado el nombramiento, en el blog que mantenía entonces en Londres, Corónicas de Ingalaterra (http://eduardomoga.blogspot.com.es/2016/02/la-editora-regional-de-extremadura.html). Sabía que las ilusiones se encontrarían tarde o temprano con la realidad —hacía tiempo que, infelizmente, se me había acabado la inocencia—, pero esperaba que ese encuentro no se produjera demasiado pronto y, en cualquier caso, que fuera capaz de superarlo con la ayuda que me prestase la propia organización y la esperanza de mejorar. Pero, después de dos años largos de un trabajo muy intenso —no creo haber trabajado nunca tanto en mi vida—, ese encuentro infausto se ha convertido en encontronazo, y encontronazo con un muro que me siento incapaz de superar. Muchas son las razones que se han ido decantando hasta convencerme de ello. Una y fundamental es la grave contradicción que aqueja a la Editora, que se pretende que actúe como una editorial comercial, produciendo bienes que se venden en el mercado, tras involucrar a numerosas empresas privadas —profesionales de la edición, imprentas, distribuidores, librerías—, pero siendo administración pública y funcionando exclusivamente con las herramientas del Derecho público: la Ley de Contratos del Sector Público, las leyes presupuestarias del Estado y de la comunidad autónoma, la Ley de Procedimiento Administrativo y la normativa patrimonial de la Junta, entre una infinidad de reglamentos, instrucciones, decretos, disposiciones y directivas que configuran una selva inextricable y a menudo incomprensible de preceptos. Y ello, además, en una época de psicosis anticorrupción, que ha llevado a todos los responsables políticos (decentes) de España a ajustar su conducta al más feroz integrismo burocrático: así, la norma se interpretará siempre en su más estricta literalidad, o incluso retorciendo su literalidad para que resulte más literal todavía; y si la ley da un margen discrecional de actuación, el funcionario lo desestimará y exigirá requisitos que la ley no exige; y si la norma dispone que se haga algo una vez, el funcionario la hará dos veces, para que nadie pueda acusarlo de negligencia, arbitrariedad o falta de transparencia (aunque sí, quizá, de mal uso de los recursos públicos, por reiterar un procedimiento ya culminado). El papeleo se ha multiplicado hasta cotas asfixiantes: ahora es un mar de papeles, un océano de papeles, un cosmos de papeles, no vaya a ser que nos dejemos un papel y eso suponga la caída en desgracia del funcionario, de la administración en la que trabaja y del universo mundo. Y esa avalancha de celulosa supone, entre otras cosas, la dilatación y enrevesamiento de los trámites hasta el desespero: cualquier expediente tarda meses en resolverse, si no años, como ha sucedido con el de contratación de la distribución —un servicio esencial pendiente aún de adjudicarse, aunque me temo que recaerá en las mismas empresas que lo tienen ya atribuido, con resultados manifiestamente mejorables, por decirlo con suavidad o del nuevo almacén para los libros de la Editora, dado que el actual, en Badajoz, es ya insuficiente y presenta graves deficiencias estructurales, por las que se han recibido denuncias de los sindicatos: después de que la licitación quedase desierta, la administración sigue buscando, con parsimonia japonesa, un local adecuado para alojar los libros de los extremeños. En otros casos, la situación sencillamente no se resuelve: deficiencias que requieren una actuación inmediata persisten sin solución, como la página web de la Editora, que es fea, obsoleta e inútil y que no ha avanzado ni un ápice en este bienio, aunque adecuarla a los tiempos no parezca ni difícil ni caro. La orden es que los servicios informáticos de la Junta se encarguen de las modificaciones necesarias, pero, en una versión contemporánea del inmortal clásico de Lope, ni las realizan después de dos años e innumerables solicitudes— ni permiten que los servicios afectados acudan al mercado para realizarlas. La proliferación burocrática y la cerrazón defensiva a formas más llevaderas de gestión tiene otras lamentables consecuencias, la principal de las cuales es el olvido de la finalidad que se persigue. El papel se convierte en un fin en sí mismo. El procedimiento se vuelve solipsista: hay que cumplirlo para garantizar que se ha cumplido, pero no como medio o instrumento para alcanzar un resultado satisfactorio. Que sirva al propósito de servicio público a los ciudadanos para el que fue concebido es irrelevante, es más, ni siquiera entra dentro del pensamiento —o, como diría un profesor de escuela de negocios, del mental frame— del gestor. La administración se justifica a sí misma, con independencia de sus logros o sus fracasos. Además, el tiempo dedicado a rellenar papeles y cumplir trámites no se dedica a pensar, es más, impide activamente hacerlo, y en toda actividad pública, pero sobre todo en estos asuntos tan escurridizos como la cultura y el arte, pensar es fundamental: para determinar cuáles sean las mejores maneras de organizar la actividad y de adaptarse a las cambiantes circunstancias de los lectores, los medios de comunicación y el mercado del libro, y también a fin de averiguar las estrategias y los mecanismos idóneos para materializar algo tan inmaterial como el fomento de la lectura. Una editorial, como cualquier empresa que se quiere que compita en el mercado, ha de poder responder con agilidad a las condiciones de ese mercado, sin que ello tenga por qué suponer el incumplimiento de ninguna ley ni renuncia o menoscabo alguno de sus objetivos sociales. Así, para asumir el peso de la burocracia y las limitaciones presupuestarias y obrar con alguna eficacia, debería disponer de un equipo cualificado y suficiente, y que no obedeciera solamente a la lógica del funcionario, que conlleva una acrisolada resistencia al cambio y una no menos contrastada inclinación a la placidez y la inercia —cuando no, en algún caso que he padecido, a la grosería y la histeria—. Y ese equipo me temo que no existe. Llevar un negocio editorial, desde la busca, recepción y valoración de manuscritos hasta la presentación y difusión de los libros, pasando por la relación con los autores y la corrección de pruebas, entre muchas otras tareas que quien se haya dedicado a esto conocerá bien, y un proyecto de promoción de la lectura, en el que hay que atender multitud de iniciativas particulares y no menos peticiones de servicios, a la vez que se procura investigar sobre las mejores formas de alcanzar el esquivo resultado que se persigue —que la gente lea más y mejor—, requiere manos, cerebros y complicidades: hacerlo solo es encaminarse derechamente a la enfermedad o el desquiciamiento. La Editora, en estos momentos, solo cuenta con una jefa de sección y un auxiliar administrativo (compartido con otras unidades) que cumplen las tareas administrativas que les encomienda su jefe de Servicio. No hay nadie más, como sí ha habido en otras épocas: ni técnico/as, ni coordinadores, ni documentalistas, ni secretario/as. El Plan de Fomento solo dispone, asimismo, de una técnica de grado medio, contratada a una empresa de servicios, que cobra poco más del salario mínimo interprofesional, e integrada en el Servicio de Bibliotecas. Y el responsable de ambos ámbitos ha de multiplicarse, o más bien dividirse, para atenderlos a los dos: es director de la Editora media jornada y coordinador del Plan de Fomento la otra media. Con menos de cuatro horas diarias de dedicación a cada uno de ellos (aunque las que se acaban dedicando, si se suman todas las tardes y fines de semana de lectura de manuscritos, corrección de pruebas y asistencia a actos públicos e institucionales, sean muchísimas más), la Editora debe publicar muchos y buenos libros, y conseguir que se vendan, lean y reseñen, y el Plan, mejorar los índices de lectura de la comunidad, que andan a la cola de todos los índices y estadísticas desde tiempos inmemoriales. Es fundamental, en consecuencia, que el puesto que he ocupado estos dos años se desdoble y vuelva a haber, como hubo durante otros anteriores, un director de la Editora y un coordinador del Plan de Fomento. Por otra parte, el presupuesto a disposición de la Editora se ha reducido drásticamente en los últimos años y permanece congelado desde hace tres, y el del Plan de Fomento ha sido pertinazmente irrisorio: en 2018 apenas supera los 90.000 euros (más unas pequeñas partidas para atender algún gasto específico y la dotación destinada a los premios de fomento de la lectura). Con eso hay que conseguir que el 48% de los extremeños que no leen nunca, lean, y que el 60% de los extremeños que no compran nunca libros, los compren. Es imprescindible, pues, que se aumente esta dotación, de forma que se puedan abordar políticas globales, no meramente anecdóticas, que respondan a una concepción fuerte, a una creencia fuerte en la cultura. Pero no solo es necesario que haya más personal y más dinero: también se requiere autonomía de gestión, capacidad de maniobra, poder decisorio —dentro de los márgenes admisibles en la organización—, algo de lo que he disfrutado durante casi dos años, pero que, en los últimos meses, había desaparecido. Según las instrucciones recibidas, el coordinador del Plan de Fomento de la Lectura ya no coordinaba nada, sino que se limitaba a elevar las propuestas a la superioridad, que eran las que las aprobaban o rechazaban, por modestas que fuesen, aunque el que pasara después por responsable de la decisión siguiera siendo el coordinador del Plan de Fomento de la Lectura. Quizá debería haber tenido más flexibilidad para aceptar un procedimiento semejante y todas las demás limitaciones que imponía la organización en la que estaba integrado (y quizá, también, más mano izquierda para gestionar al equipo que tenía asignado, en algún caso muy necesitado de mano izquierda, y de mano derecha, y de todas las manos del mundo), pero a mi edad, incipientemente provecta, no cabe confundir flexibilidad con resignación, ni resulta fácil desplegar una paciencia que ya va faltando, sobre todo cuando uno ha identificado con dolorosa claridad los graves problemas que habría que subsanar y no ha encontrado manera de que se subsanen. He hablado antes de una creencia fuerte en la cultura. Y a esto quiero volver, porque es lo que subyace en la situación que se sufre: una falta de creencia verdadera en la literatura, en el cine, en el teatro, en la música, una falta de fe en la capacidad regeneradora —de las personas y de las sociedades—, en el carácter revolucionario —sí,  revolucionario— del arte, por parte de los decisores públicos. Las dificultades materiales solo explican en parte la retracción de la implicación pública en la defensa de la educación y la cultura. Más bien se utilizan como coartada para justificar decisiones políticas que responden a otras prioridades y a criterios muy alejados de la defensa (y la práctica) de la palabra y la inteligencia. Hace falta abrazar con firmeza lo que representan estos pequeños milagros que son la Editora Regional de Extremadura y el Plan de Fomento de la Lectura, y con firmeza quiere decir con medios, con ideas, con coherencia, con resolución, pero, sobre todo, con convicción: porque se cree sin asomo de duda que son buenos para hacer de Extremadura una tierra más culta, más crítica, más habitable y mejor.

23 comentarios:

  1. Lo siento. Extremadura pierde. Cada día me siento más orgullosa de ti, Eduardo.

    Un fuerte abrazo .

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  2. Eduardo, cuando uno hace lo posible y lo imposible, aprende qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar. Yo no lo veo como un fracaso.

    Ahora, que es el momento de apoyos públicos, te doy las gracias por estos dos años de trabajo, dedicación, coherencia, fuerza e ilusión. Ojalá las duras razones expuestas de tu dimisión, sirvan para mejorar el panorama cultural actual.

    Te deseo todo lo mejor en tu nueva andadura.

    Un fuerte abrazo.

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    1. Muchas gracias por tus palabras, Laeta. Yo también deseo que el actual panorama cultura extremeño mejore. Hay aquí gente muy valiosa y trabajadora, y mucho talento. Se trata de trabajar con eficacia para ayudar a que florezca.

      Besísimos.

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  3. Querido Eduardo:

    Entiendo las razones que te llevan a desistir: seguir dándose golpes contra un muro no es sano; hacer como si tal muro no existiera ayuda a perpetuarlo; abrir un boquete exige complicidades para el relevo, y resulta, como poco, escandaloso; derribarlo, en fin, requiere voluntad conjunta y planificación bien avenida (para convivir con el ruido del derribo, recoger escombros, apuntalar lo útil y diseñar lo nuevo).
    Lo que una lamenta es que, habiendo identificado las carencias y dificultades, no hayan podido intentar subsanarse o, al menos, hacer el esfuerzo de aminorarlas (sobre todo las más abordables, como parece ser el caso de la página web).
    Lo que escapa a mi comprensión es la ausencia de un equipo humano, que sume imaginación, entusiasmo y trabajo, y que detecte las limitaciones y fallos que uno no siempre percibe de su propia tarea (¡es tan útil que nos los señalen con confianza y sinceridad!).
    Poco significativo es que yo, como extremeña letraherida, te agradezca tu labor, pero lo hago. Te agradezco también que expongas públicamente estas razones, que estoy segura ayudarán a que la gestión mejore y a que Francisco Amaya pueda completar su proyecto sin perder el entusiasmo.

    Un gran beso.

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    1. Te agradezco de corazón, Gema, tu mensaje (tus mensajes), tu inteligencia y tu amistad. Mantener este blog ha sido mucho más llevadero gracias a personas como tú.

      Un beso enorme.

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  4. He trabajado muchos años en la edición de publicaciones en dos administraciones, un gobierno autonómico y una universidad pública. Leer su magnífica entrada me ha recordado todos los incordios y obstáculos con los que he debido convivir, cada año con menos ilusión, hasta perder la paciencia y el buen ánimo. La burocracia asfixiante, los caprichos o criterios inmotivados de determinados funcionarios situados en departamentos clave, los cambios de criterio de muchos responsables superiores, la presión feroz y con frecuencia imprevisible o desconcertante de sucesivos interventores y letrados, etc. le hacen a uno perder, u olvidar por la fuerza de los condicionantes, lo más valioso, la pasión de editar, la ilusión de hacer buenos libros. La gestión acaba ahogando todo lo bueno que tiene este oficio tan hermoso. Muchas gracias por su entrada.

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    1. Estimado Ricardo:

      Muchas gracias por tu mensaje. No sé si alegrarme de comprobar que lo que he vivido estos dos años en la administración extremeña sucede también en otras con responsabilidades editoriales. Es, más bien, una pena. Y lo más penoso de todo es que, compartiendo casi todo el mundo el diagnóstico (mis jefes eran muy conscientes de las limitaciones de equipo y presupuesto, y del peso insoportable de la burocracia), sea imposible remediar los males.

      Te mando un abrazo solidario y mi amistad.

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  5. Efi Cubero me pide que publique esto:

    Lástima que personas como Eduardo Moga, de tan alta solvencia intelectual, íntegras y preparadas, arrojen la toalla y dimitan por cuestiones tan claramente pormenorizadas en este texto. Personalmente, como extremeña, siento esta dimisión. Pero más lo siento por mi tierra. Un abrazo y adelante. No hay fronteras cuando uno se marcha con la íntima satisfacción del trabajo cumplido y la labor bien hecha. Enhorabuena.
    Efi Cubero.

    Muchas gracias, Efi. Te mando un gran abrazo y, como siempre, mi amistad.

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  6. No conozco un análisis tan valiente, claro y decidido, sobre la situación de la cultura en Extremadura que, desgraciadamente, es aplicable en mayor o menor medida a otros ámbitos de lo público. Gracias por tu arrojo y tu trabajo, Eduardo.

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  7. Gracias, Jonás. Ha sido un placer conocerte y leerte. Ojalá las circunstancias hubieran favorecido una mayor cercanía y un trato más intenso. Pero el que hemos tenido ha sido suficiente para convencerme de tu calidad como escritor y como persona. Te deseo lo mejor en todo lo que hagas. Sabes que tienes mi amistad.

    Un gran abrazo.

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  8. Mucha suerte en tu nueva andadura, Eduardo. Qué lástima perder a una persona que tanto ha hecho y sigue haciendo por la cultura en esta tierra y fuera de ella.
    Te sigo leyendo por aquí.
    Un abrazo.

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  9. Muchas gracias, Sandra. Yo también te deseo lo mejor en tu vida personal y literaria. Celebraré ver tu libro publicado en la Editora (y muchos más, después, donde sea que los publiques). Eres una mujer de mucho talento y mereces que se vea reconocido.

    Te mando un beso grande, y mi amistad.

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  10. Estimado Eduardo,

    lo lamento mucho. Poderosas son tus razones. Te deseo lo mejor.

    Un fuerte abrazo

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    1. Gracias por tu mensaje, José Manuel. Y por tu fidelidad lectora y tu cordialidad.

      Un abrazo grande.

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  11. Efi Cubero,ha compartido y comentado esta entrada en Facebook. Yo también. Nadie más de los que compartimos amistad. Eduardo, algo pasa en este " mundillo" y no me gusta nada. Vuelvo a repetirme:apoyo tus razones, por supuesto . Dignísimas razones.

    Un abrazo grande.

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  12. Querida Blanca:

    No te importe la mayor o menor repercusión en las redes de una cosa, en el fondo, tan poco importante como haber dimitido de la ERE. Que cada cual haga o diga, o no, lo que le parezca. Ya sabes lo que pienso: hay que hacer lo que uno cree que debe hacer, sin esperar ni temer nada de nadie. Pero gracias por tu preocupación. Eres una gran amiga.

    Muchos besos.

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  13. Máximo Hernández10 de abril de 2018, 7:30

    Políticos cenutrios, burócratas iletrados, administraciones esclerotizadas utilizan todas sus armas, que no son pocas, para impedir el acercamiento de la gente del común a la cultura: “cuando menos lean, menos pensarán; cuanto menos piensen, más fácilmente podremos manipularlos y menos peli gro corremos” esta es la fórmula que, los poderosos, llevan aplicando desde siempre para alejarnos de las decisiones en libertad. En fin, querido Eduardo, siento que tanto esfuerzo no haya encontrado el merecido fruto.

    Adelante y un fuerte abrazo desde la vieja amistad.

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  14. Gracias,querido Máximo, por tu compañía, de tantos años ya, y por tu aliento. A veces, la realidad puede más que las ganas de cambiarla. Pero no pasa nada: se adapta uno, si puede, y sigue caminando, ahora por nuevos paisajes.

    Un abrazo fraternal.

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  15. A mi me gusta leerte...

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    1. Qué sorpresa, Amelia. Cuánto tiempo sin saber de ti. No sabía si seguías ahí. Ahora me confirmas que sí. Muchas gracias por tus palabras. Te mando un beso muy grande.

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  16. Cuánto lo lamento, Eduardo, por la Editora y por la Región, porque entiendo que en tus manos este sello en decadencia podría haber alcanzado las cotas, más o menos gloriosas, del pasado. Pero tu dimisión y sus argumentos nos dan una idea de tu talla moral y de tu amor por el oficio. Me da lastima no haber podido frecuentarte más con "Piedra de toque" como excusa, pero, en cualquier caso, fue un placer saludarte.

    Atte, Julián Portillo.

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  17. Muchas gracias por tus palabras, Julián. Hay que confiar en que el nuevo director de la Editora y coordinador del Plan de Fomento lo haga bien y podamos celebrar en el futuro la recuperación de un sello que ha sido tan importante para Extremadura como la ERE. También a mí me habría gustado tener más oportunidades de hablar contigo durante mi estancia en Mérida. Te deseo lo mejor en lo literario y en lo personal, y te mando un fuerte abrazo.

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