Acaba de aparecer, en la editorial Olifante, Poemas enumerativos, mi más reciente libro de poemas. A la satisfacción que siempre supone publicar un nuevo volumen, yo sumo, en este caso, dos alegrías más: la de saberme en un catálogo en el que he deseado figurar desde que descubriera sus primeros libros, allá por los años 80 —recuerdo los Cantos órficos, de Dino Campana, traducidos por el que luego sería mi amigo Carlos Vitale, o el Cancionero, de Cecco Angiolieri, que me maravillaron—, hechos con una pulcritud y una elegancia poco frecuentes (y que incorporaban detalles estupendos, como una postal con la misma foto del autor que aparece en el libro, y un punto separador: ambos detalles se mantienen en esta edición); y la de ser publicado en Aragón, la tierra de mi madre, donde hasta ahora había tenido poca presencia literaria y ninguna editorial. En Poemas enumerativos recojo veintitrés poemas, diecisiete de los cuales ya han visto la luz en este blog. Se trata, pues, de una recopilación de textos de las Corónicas, a la que he añadido un prólogo, tres piezas más publicadas en otros tantos poemarios y tres composiciones inéditas en forma de libro, pertenecientes a un volumen titulado Todo queda en nada. Como señalo en el prólogo, la enumeración ha pasado de ser mera técnica compositiva —a la que fueron muy dados grandes autores que admiro, como Whitman o Borges— a protagonista absoluta (y, de hecho, única) de la poesía, y me ha dado la oportunidad de experimentar con los ritmos que suscita, que deben encauzarse por una estrecha pero fértil franja entre el derramamiento arborescente y la monotonía puntillista. Espero haberlo conseguido.
[UNO CON ASPECTO DE CONTABLE…]
Uno con aspecto de contable. Un runner. Una mujer que entra en el supermercado. Otra que sale del supermercado. Un niño revoltoso. Una paloma que picotea algo en el suelo. Un portero de finca urbana que barre la acera. Un ciclista. Otro. Varios perros enredados en olisqueos y ladridos. Un tendero que arregla los melocotones del cajón. Una vieja vestida como una adolescente. Una adolescente plagada de tatuajes. Un joven anodino. Un policía municipal. Uno con barba bayeta. Uno que mea en un rincón, donde nadie mira. Un grupo que charla. Muchos que pasan absortos, deprisa, como en trance. Una que limpia los escaparates de la boutique. Un mendigo arrodillado. Un cura con alzacuellos. Una familia que pasea. Dos viejos que hablan en un banco, apoyados en el bastón. Un hombre con mono azul que sale de un almacén de electrodomésticos. Otro con bata blanca que entra en una farmacia. Un conductor de ambulancia. Un taxista. Uno que no sabe a dónde va. Una empleada de los ferrocarriles. Uno que lee un cartel pegado en una fachada. Un músico callejero. Un vigilante de seguridad aburrido. Una apoyada en una puerta, esperando que llegue alguien. Un gorrión que echa a volar. El gato que quería cazarlo. Una librera. Una pareja que se besa. Yo.
(De Todo queda en nada, inédito)
¡ Bua! ¡ Qué ganas de disfrutarlo! ¡ Enhorabuena, Eduardo. Gracias por seguir escribiendo. 🫶👏
ResponderEliminarEnhorabuena, Eduardo. Siempre me ha gustado mucho esa editorial, cuyo buque insignia era Ángel Guinda. A mí también me encantaría publicar ahí. Hacen unas ediciones muy cuidadas, únicas. Me haré con el libro, claro. Un fuerte abrazo
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