martes, 8 de agosto de 2017

Voces del Extremo (II): Moga en Moguer

Voces del Extremo que Ángeles se empeña en llamar Voces del Extrarradio: en su error no deja haber una parte de acierto es un encuentro poético alternativo, popular, feliz y, para los estándares de la poesía patria, multitudinario. Lleva celebrándose 19 años en Moguer, ciudad natal de Juan Ramón Jiménez, y yo he llegado a él de la mano de Antonio Orihuela, amigo de Mérida y uno de sus principales organizadores. Llegamos a última hora de la mañana, a una lectura colectiva como todas las que se hacen aquí que se desarrolla en la casa natal de Juan Ramón. Nos asomamos a la sala y la vemos llena. Así será siempre: los actos de Voces del Extremo están siempre hasta los topes. Y eso me pasma, porque una realidad con la que hay que convivir casi siempre en el mundo de la poesía es la escasez o falta de público. La preocupación por garantizar alguna asistencia a los actos lecturas, presentaciones, charlas es constante, y suele saldarse con una decepción o, como mucho, con una resignación apesadumbrada. Y a más de uno he asistido yo en el que no había nadie, salvo el presentador y el presentado. En Moguer, en cambio, hay gente de pie en todos e incluso, en algunos, es imposible entrar. Hasta que concluya la lectura, visitamos el lugar una hermosa casona decimonónica, aunque tiene mucha letra sobre Juan Ramón, pero pocos objetos, poca chicha museística, paseamos por el agradable patio de la casa y saludamos a viejos amigos y conocidos. Chema de la Quintana, con su aspecto de contramaestre de galéon, ha instalado un puesto con los libros de Amargord a la sombra de un magnolio. Chema debe de ser el editor que más puestos de libros instala en España: allí donde vaya ferias del libro, festivales, jornadas, allí está Chema con su género. Me regala un ejemplar de El corazón, la nada, la antología que publiqué hace tres años en la colección Transatlántica/Portbou, y se lo agradezco, aunque lamente que con ello no quede ya ningún ejemplar en la mesa. Saludo a Antonio Orihuela, a mi querida María Ángeles Pérez López, a Quique Falcón, a Jorge Riechmann, a Eladio Méndez y a Joaquín Gómez, un buen poeta visual extremeño al que la Editora Regional de Extremadura tiene previsto publicar el año que viene. Vuelvo a asomarme a la sala de lecturas, y me sitúo junto al pingüino que refresca una pizca el lugar: hace un calor de soponcio. Le toca el turno a un poeta cacereño joven, del que no sé nada. Recita de memoria. Lo que oigo algo sobre la elegancia y cagar, o sobre la elegancia de cagar, o sobre cagarse en la elegancia me recuerda a un monólogo cómico. Cosecha un éxito clamoroso: la ovación es estruendosa, y hasta resuenan algunos "¡bravos!" entusiastas. Esta es otra característica de Voces: el público se entrega a la poesía, la vive, la celebra y la aplaude, sea cual sea su perfil: la poesía se festeja por el solo hecho de existir; la poesía, por sí sola, justifica la alegría. Aquí no hay nada del recato obsequioso de las lecturas al uso: unas palmitas adocenadas para que el silencio no se entienda como agravio, o para que no refleje el intenso tedio que se ha experimentado. Aquí el oyente se entrega a la escucha, tanto si le gusta mucho como si le gusta menos, y manifiesta su parecer sin remilgos. Tras nuestra primera toma de contacto, vamos a comer al Castillo de Santo Domingo, un local de bodas, bautizos y celebraciones. Pero está bien: también Voces del Extremo es una celebración. En la mesa que nos toca en suerte, conocemos a Camino, alta, delgada y bellísima, a quien Antonio me presenta como la única persona que compra libros de poesía en España. Camino no solo es excepcional por comprar libros de poesía (en lugar de robarlos o esperar que se los regalen), sino también por leerlos uno al día, especifica y no querer escribirlos, algo sin duda asombroso, teniendo en cuenta que en España aspiran a ser poetas, y lo intentan con denuedo, hasta quienes solo han leído a Benedetti o Bukowski. También conocemos a Marjiatta Gottopo, una poeta venezolana, afincada en Barcelona, que, por decirlo con suavidad, desborda de entusiasmo: levanta la voz, gesticula, se remueve en la silla, opina con vehemencia. Como todas las personas que afirman con tanta rotundidad su ser, intuyo en ella a alguien frágil, vulnerada y vulnerable. Tras la comida y el calor de las calles, y antes de la lectura en la que he de participar a media tarde, nos vendría bien un descanso. María Ángeles Pérez López y su marido, Miguel, nos invitan a acompañarles a la hacienda cerca de Moguer donde han tenido la previsión que nosotros no hemos tenido de reservar alojamiento, y a disfrutar con ellos de la piscina. Aceptamos sin dudar, aunque no llevemos bañadores. María Ángeles me dice que ellos nos los prestarán. Y así lo hacen, generosos como siempre. Pero es un préstamo envenenado: el bañador de Miguel está a punto de asfixiarme. Embutido en él como un luchador de sumo en unas mallas de ballet, salgo a la pileta rezando por que la tela no reviente. Milagrosamente, no lo hace: nadamos, reímos y charlamos (yo no mucho: tengo dificultades para respirar), y volvemos a Moguer, esta vez a la Fundación Zenobia y Juan Ramón Jiménez, donde tanto María Ángeles como yo hemos de leer. La Fundación es otra casona burguesa, donde el poeta vivió algunos años de su infancia y juventud, que apenas podemos visitar: muchas habitaciones están cerradas. Allí saludo a un poeta de Sant Cugat al que no me agrada ver, pero al que es casi imposible no ver: comparece en casi todos los saraos literarios de España y, sobre todo, de Hispanoamérica, donde ha establecido su principal territorio de caza literario. De hecho, acude, como suele hacer, acompañado por un poeta hispanoamericano, al que nos presenta escuetamente. Este poeta, al que es muy probable que tenga acogido en su casa, le servirá, o le ha servido, para acudir a algún encuentro en su país de origen, y ahora está invirtiendo en ese proyecto o devolviendo el favor. La lectura se hace en el patio de la Fundación, fresco, sosegado las campanas que suenan no alteran, sino que acendran ese sosiego, tupido de hiedra y árboles aromáticos, y frente a una pared en la que unos azulejos reproducen "La noche mejor", un sugerente poema de Juan Ramón Jiménez Bayo, sobrino del poeta. Desfilamos por el atril o la mesa Riechmann, con su poesía combativa, seca, armada de ideas; María Ángeles, delicada y feroz, y siempre atrevida (lee hoy unos poemas en prosa, el género de los que no temen a la incertidumbre); y algunos poetas que no conozco: la gallega Montserrat Villar, con unas piezas exquisitas, Manuel López Arroyo, demasiado teatral para mi gusto, y un autor marroquí, Mezouar el Idrissi, que justifica su presencia en el encuentro por ser "descendiente de moriscos", y que lee, en buen castellano, alguna pieza dedicada a Granada y otra, en árabe, a la Palestina sometida, merecedoras de mucho aplauso. Yo leo "Solo, alguien, una sombra calcárea...", un poema sobre la soledad de Muerte y amapolas en Alexandra Avenue, y el dedicado al inolvidable José María Aznar en Insumisión. Hay un poeta más convocado a la lectura, un joven extremeño cuya presencia reclama Antonio varias veces, pero que no comparece. Y no me extraña: alguien que se tiene por un poeta maldito, aunque solo haya publicado un par de cuadernillos (o quizá por eso; en realidad, lo es: malditas son su egolatría y su mala educación), puede no presentarse, sin dar ninguna explicación, en un acto público en el que él mismo ha pedido participar y en el que generosamente se le ha incluido. Lo que toca después de nuestra lectura es otra lectura: Voces del Extremo es una yincana de versos. Esta se hará en la calle, porque los poetas no se limitan a leer bajo techo: lo hacen donde sea y a la hora que sea. Vamos, pues, a la plaza de las Monjas, en la que se han dispuesto unas sillas, un pequeño escenario y unos micrófonos. Recorrer Moguer nos permite comprobar que el pueblo está entregado a la obra y figura de Juan Ramón Jiménez: las calles están llenas de figuras de Platero, de bustos del poeta y de reproducciones de fragmentos de sus poemas, entre muchos otros recordatorios del autor de Tiempo y Espacio. En este supuesto, casa la devoción local con la relevancia del personaje, y no solo porque obtuviera el Premio Nobel, sino por su envergadura objetiva: Juan Ramón Jiménez es el poeta más importante del siglo XX español; acaso no el mejor, pero sí el más trascendente, el más plural y a la vez coherente, el que más ha aportado. Y su ejemplo ético fue también definitivo. La influencia de Juan Ramón se respira hasta en los pequeños detalles, o las pequeñas anécdotas, del encuentro: cuando llegamos a la plaza de las Monjas, vemos a aquel poeta cacereño de la elegancia y el cagar trayendo a un burrito de una cuerda, y dejándolo atado a los pies del monumento a Colón que preside la plaza. Allí el animal (que es pequeño, peludo y suave, pero que no parece blando: lleva huesos, con toda su dureza cálcica) se entretiene mordisqueando la hierba del breve arriate colombino. Ángeles y yo asistimos al recital sentados en un banco de la plaza. Anochece, y se encienden las farolas, amarillentas. Los niños juegan al fútbol cerca de los poetas. Los abuelos juegan con sus nietos. A nuestro lado, en el banco de piedra, una abuela no deja de comportarse como una abuela da órdenes cariñosas, hace fiestas, besuquea con un nieto que no deja de marear con un dinosaurio y una pelota. En las terrazas de los bares, detrás del escenario, la gente chupa cerveza. Distingo entre el público a Enrique Falcón, que cada día se parece más a un filósofo presocrático, y al poeta de Sant Cugat, adherido al poeta hispanoamericano del que se ha provisto. Quienes leen desgranan poemas, fuertemente ideologizados, contra el capitalismo, el liberalismo, el maltrato de las mujeres, el machismo, la destrucción de la naturaleza y otras injusticias del sistema. Todo Voces lo está ideologizado, digo, pero es una ideología muchas de cuyas líneas críticas comparto y con la que, en general, no me siento incómodo. Luego de los versos viene un concierto lorquiano, dado por Iris Almenara y Sergio Santes. Nos gusta, aunque la espléndida voz de Iris sea siempre operística y no se adapte lo suficiente, a nuestro entender, al tono popular y a menudo íntimo de la poesía de Lorca. Vamos a cenar, por fin. A nuestro lado se sienta Marjiatta, que copará la conversación con su desbordante personalidad. Nos relata, con muchos decibelios, su decepción con el chavismo pasó de abrazar tres veces a Chávez, que ya es abrazar, a renunciar a su trabajo en la Administración y exiliarse en España, nos habla, asimismo con notable excitación, de sus tortuosas relaciones sentimentales y de su relación con las drogas, y remata el encuentro, cuando ya hemos acabado de cenar, llevándose el vino sobrante en una botella vacía de agua. Marjiatta nos cae bien su arrolladora vitalidad es estimulante, pero nos deja agotados. Nos retiramos, pues, a San Juan Puerto, a no descansar en nuestra cama para enanos.

6 comentarios:

  1. Tengo ganas de poder asistir a un evento así. No concibo la poesía sin pasión.Las protocolarias presentaciones de libros que se viven por aquí cada día nos alejan más del mundo literario a muchos adeptos a la lectura de poemas, de poemarios. " El pueblo se entrega a la poesía ", nos cuentas. Algunos poetas, unos ensimismados y poetas mediocres que corren por redes sociales como Facebook dicen: "la poesía no está al alcance de todos, ni nunca debería estarlo". Un hombre muy culto, cultísimo, seguro, así lo apoyan sus títulos académicos pero con la sensibilidad de la mayoría de los ministros de cultura que nos han representado hasta ahora. Me alegra leer tu entusiasmo por ver que la poesía se destierra del "Castillo de cristal " y toma su lugar, sus orígenes: el pueblo de a pie.
    " La lectura de un poema no genera ni verdad ni respuestas, solo preguntas".

    Joaquín Gómez.

    Te superas por momentos: Eduardo.

    Un abrazo enorme.

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  2. El modo entrañable y cariñoso en que describes a la gente (excepto al de Sant Cugat), las actividades, los lugares nos saben a que lo pasaste bien a pesar del calor, del gentío y del bañador-faja (deberías considerar la posibilidad de ilustrar las entradas con fotos sobre este tipo de episodios, nos reiríamos hasta el "soponcio").

    Me gusta que hables de Juan Ramón Jiménez, de su recepción difícil, de su influencia -a lo largo y a lo ancho- y, también, de su rastro sencillo, humilde, artesano en cualquier rincón de Moguer.
    Me choca el ambiente de estos encuentros,no porque crea que la poesía no casa con las multitudes y lo festivo, sino porque no debería ser esto lo que la convirtiera en producto valioso, enriquecedor, que proporciona placer y felicidad a quienes la consumimos.
    Abrazos.

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  3. La poesía necesita movimiento, innovación a la hora de difundirla. Este género es hermosísimo, valiosísimo por sí solo,lo que le falta es que la sepan pasear, mover, airearla de los topicazos que la envuelve. Hacer llegar al lector, no asiduo a la lectura de poemas,el placer inmediato, inmenso que nos produce leer un buen poema.Al igual que la ópera y otras artes como el teatro se llevan a la calle y de forma gratuita ( se debería llevar también a colegios para educar los oídos desde edad temprana) el mismo trato dárselo a la poesía.Todo arte se enriquece al difundirlo.Un cordial saludo, Gema.¿Sabes, Gema? Me encanta leer tus comentarios, unos comentarios muy cuidados y bien documentados. Un saludo.

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  4. Cuanto recuerdos me has traído de Moguer y de Voces del extremo... Por cierto que nosotros también nos alojamos una vez en un hostal de San Juan del Puerto... será el mismo? Abrazos, Agustín

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  5. Eres muy amable, Blanca. A mí también me gusta leer tus comentarios, tan interesantes para mí como los míos para ti (a saber qué piensa Eduardo de los de ambas, jajaja).

    Claro que hay que difundir el arte, Blanca, dar a conocer la literatura más allá de lo académico. Lo que no sé es de qué modo estas actividades la difunden o hasta qué punto sirven para "captar" lectores. La lectura, especialmente la de poesía, es una experiencia -en mi opinión- muy íntima, que llega de un modo casi mágico y milagroso y que se comparte también de ese modo.
    Te dejo un enlace donde Gonzalo Hidalgo Bayal lo describe mucho mejor que yo:


    http://www.badajozonline.tv/2017/05/20/pregon-feria-del-libro-badajoz-2017-gonzalo-hidalgo-bayal/

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  6. Eduardo, seguro, que estará encantadísimo con tus comentarios. Tener una lectora de tu nivel cultural siempre es de celebrar.Muchísimas gracias por el enlace, Gema.Un abrazo.

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