El 21 de marzo, el Plan de Fomento de la Lectura en Extremadura celebra el Día Mundial de la Poesía en la biblioteca "Bartolomé José Gallardo" de Badajoz. La celebración ha sido precedida por la difusión de un cartel con la conocida imagen de Gustavo Adolfo Bécquer convertida en rostro de mujer, sobre un fondo (chillón) de rosas rojas. El cartel ha generado cierta polémica: a algunos (y a algunas, lo que demuestra que el machismo es también cosa de mujeres) la feminización del icono les ha sabido a cáscara amarga u olido a cuerno quemado. A nosotros, en cambio, nos parece acorde con la reivindicación social de igualdad de las mujeres (igualdad de oportunidades para crear; igualdad de posibilidades de ser leídas, conocidas y reconocidas; igualdad de acceso al canon y al imaginario colectivo) y coherente con el acto que hemos diseñado, en el que hemos decidido que este año solo participen mujeres, tanto las poetas como la cantante que lo cierre. Tras la intervención inicial de Francisco Pérez Urbán, el director general de Bibliotecas, Museos y Patrimonio Cultural, yo leo dos poemas: uno anónimo, de alguien que me lo ha dejado esta mañana en la mesa del despacho, como forma de protesta por que la Editora haya rechazado publicar algún libro suyo (estos gajes son habituales: yo conservo una bonita colección de cartas y otros mensajes de protesta de los autores por los libros que les he rechazado como editor, tanto en DVD como en la Editora Regional; y también de los rechazos de las editoriales que he sufrido yo como autor); y otro, hermosísimo, de Juan Gelman: "Sobre la poesía", de su libro Hacia el sur. Luego leen los suyos Sandra Benito, que se está iniciando en el mundo del verso, pero que demuestra un potencial singular; Carmen Hernández Zurbano, que recita versos fibrosos y críticos; Emilia Oliva, de palabra sobria y delicada; y Efi Cubero, que contextualiza y razona sus poemas con la lucidez que otorga una dilatada carrera literaria y una sensibilidad tan permeable como incisiva. Norha concluye el acto con su voz prodigiosa.
El 23 de marzo, el Plan de Fomento de la Lectura en Extremadura inaugura en Montánchez la exposición itinerante "Felicitaciones japonesas. Surimonos: pintura y poesía", de Javier Alcaíns. Hace frío en Montánchez, y niebla. Cuando llegamos, apenas se ven los árboles que flanquean la carretera. Nadie diría que estamos ya en primavera, sino en pleno invierno. Pero la nieve y la bruma del paisaje real resultan coherentes con la nieve y la bruma de los paisajes pintados: en los surimonos abundan las estampas blancas del invierno nipón y del sagrado monte Fuji. Los surimonos son felicitaciones que se regalaban los japoneses con motivo del Año Nuevo, que caía hacia marzo, precisamente —una feliz coincidencia con nuestra exposición—, o para conmemorar cualquier otra ocasión especial. Su época de oro se sitúa entre finales del s. XVIII y principios del XIX. En los surimonos, el dibujo, de una delicadeza quebradiza, ilustra el poema, caligrafiado con primor. Alcaíns, un escritor, ilustrador, grabador y editor de excepción, que lleva años desarrollando en Extremadura un trabajo de inusual calidad entre la indiferencia general (a la que, por fortuna, ha sido ajeno el Plan de Fomento de la Lectura, para el que ha firmado ya, con esta, cuatro exposiciones itinerantes), ha seleccionado, distribuido y traducido los 80 surimonos de que se compone "Felicitaciones japonesas", y aportado la información sobre el autor y el contenido de cada uno de ellos. Hasta esta exposición, los surimonos eran completamente desconocidos en España. Puede decirse, pues, que "Felicitaciones japonesas" constituye una primicia nacional, que desvela un género artístico inédito en nuestro país. Y tiene lugar en Montánchez, un pueblo serrano de 1.800 habitantes, en la provincia de Cáceres. Así se lo digo a la alcaldesa, María José Franco, que ha tenido la amabilidad de albergarla en la Casa de Cultura, y que asiste con interés a la inauguración, junto con su concejala de Cultura y un puñado de montanchegos.
El 24 de marzo, asisto, con Javier Pérez Walias, Mario Martín Gijón y Joseba Buj, a la II Jornada Literaria de Benquerencia, dedicada este año a La casa de Bernarda Alba. El año pasado hablamos de literatura y caballos; en este lo hacemos de García Lorca. La obra se representa en una carpa instalada en la plaza Mayor. Las actrices pertenecen a la Asociación Cultural y Juvenil Víctor, del vecino Valdefuentes. De Valdefuentes es Ceciliano Franco, director gerente del Servicio Extremeño de Salud, al que veo entre el público y saludo después. Hace frío hoy también aquí, y mucho viento, que zarandea ensordecedoramente la lona que nos protege. Joseba sugiere que el año que viene, si la cosa continúa y siguen representándose obras de teatro en el pueblo, se instalen calefactores de terraza en el escenario. Las actrices —que empiezan la obra desfilando, cubiertas de negro de arriba abajo, de entre el público, lo que hace que algún niño se asuste y busque refugio entre los brazos o las faldas de sus mayores; a estos mismos niños los sacarán también sus abuelos de la platea cuando Adela vaya a suicidarse— se conducen con empeño y salvan una versión muy versionada del drama lorquiano, a pesar de los pitidos de la microfonía que a veces nos taladran los oídos. Sería conveniente no solo corregir las deficiencias técnicas, sino también reparar un poco más en los detalles, como que en la cena de Bernarda con sus hijas, que se supone tiene lugar en los años de la República, no puede haber una botella de agua de plástico de la marca Aquarel. Algunos personajes, como la madre de Bernarda, la abuela loca, tienen un especial éxito entre el respetable, que no deja de reírse con el lenguaje popular y las escenas propias de la vida cotidiana en los pueblos de España. Esta casa de Bernarda Alba —que incluye cuñas tan inesperadas como un baile entre Adela y Pepe el Romano— cobra un carácter tragicómico y hasta, en ocasiones, festivo. A su conclusión, el público aclama de pie a la compañía, que cosecha innumerables "bravos". Luego, Javier, Mario, Joseba y yo, en la misma carpa, ca(r)peando el frío como podemos, tertuliamos sobre la tragedia de Lorca y sobre su figura y obra. Yo recordaré que Lorca fue asesinado, entre otras cosas, por maricón (le dieron por ello dos tiros de gracia en el culo, de los que se jactaba luego en Granada el falangista que se los había descerrajado), y, a la pregunta de si la situación de la mujer que denuncia La casa de Bernarda Alba continúa en nuestra sociedad, matizaré que la mujer soporta hoy muchas injusticias, pero que se encuentra infinitamente mejor que en 1936 (cuando, por ejemplo, apenas hacía tres años que se le había reconocido el derecho al voto). La fiesta concluye con una cena vecinal, con quesos y embutidos de la tierra, vino de pitarra y una tortilla de patatas inenarrable. Algo de las Misiones Pedagógicas y de la compañía de teatro La Barraca ha tenido la jornada de hoy en Benquerencia. Pese a ser uno de los municipios con menos población de Extremadura —el año pasado solo tenía 79 habitantes—, el ayuntamiento está resuelto, con los medios a su alcance, a promover el turismo cultural. Ojalá se consolide su voluntad y cunda el ejemplo.
El 24 de marzo, asisto, con Javier Pérez Walias, Mario Martín Gijón y Joseba Buj, a la II Jornada Literaria de Benquerencia, dedicada este año a La casa de Bernarda Alba. El año pasado hablamos de literatura y caballos; en este lo hacemos de García Lorca. La obra se representa en una carpa instalada en la plaza Mayor. Las actrices pertenecen a la Asociación Cultural y Juvenil Víctor, del vecino Valdefuentes. De Valdefuentes es Ceciliano Franco, director gerente del Servicio Extremeño de Salud, al que veo entre el público y saludo después. Hace frío hoy también aquí, y mucho viento, que zarandea ensordecedoramente la lona que nos protege. Joseba sugiere que el año que viene, si la cosa continúa y siguen representándose obras de teatro en el pueblo, se instalen calefactores de terraza en el escenario. Las actrices —que empiezan la obra desfilando, cubiertas de negro de arriba abajo, de entre el público, lo que hace que algún niño se asuste y busque refugio entre los brazos o las faldas de sus mayores; a estos mismos niños los sacarán también sus abuelos de la platea cuando Adela vaya a suicidarse— se conducen con empeño y salvan una versión muy versionada del drama lorquiano, a pesar de los pitidos de la microfonía que a veces nos taladran los oídos. Sería conveniente no solo corregir las deficiencias técnicas, sino también reparar un poco más en los detalles, como que en la cena de Bernarda con sus hijas, que se supone tiene lugar en los años de la República, no puede haber una botella de agua de plástico de la marca Aquarel. Algunos personajes, como la madre de Bernarda, la abuela loca, tienen un especial éxito entre el respetable, que no deja de reírse con el lenguaje popular y las escenas propias de la vida cotidiana en los pueblos de España. Esta casa de Bernarda Alba —que incluye cuñas tan inesperadas como un baile entre Adela y Pepe el Romano— cobra un carácter tragicómico y hasta, en ocasiones, festivo. A su conclusión, el público aclama de pie a la compañía, que cosecha innumerables "bravos". Luego, Javier, Mario, Joseba y yo, en la misma carpa, ca(r)peando el frío como podemos, tertuliamos sobre la tragedia de Lorca y sobre su figura y obra. Yo recordaré que Lorca fue asesinado, entre otras cosas, por maricón (le dieron por ello dos tiros de gracia en el culo, de los que se jactaba luego en Granada el falangista que se los había descerrajado), y, a la pregunta de si la situación de la mujer que denuncia La casa de Bernarda Alba continúa en nuestra sociedad, matizaré que la mujer soporta hoy muchas injusticias, pero que se encuentra infinitamente mejor que en 1936 (cuando, por ejemplo, apenas hacía tres años que se le había reconocido el derecho al voto). La fiesta concluye con una cena vecinal, con quesos y embutidos de la tierra, vino de pitarra y una tortilla de patatas inenarrable. Algo de las Misiones Pedagógicas y de la compañía de teatro La Barraca ha tenido la jornada de hoy en Benquerencia. Pese a ser uno de los municipios con menos población de Extremadura —el año pasado solo tenía 79 habitantes—, el ayuntamiento está resuelto, con los medios a su alcance, a promover el turismo cultural. Ojalá se consolide su voluntad y cunda el ejemplo.