lunes, 24 de agosto de 2020

Lecturas veraniegas

Mis lecturas veraniegas no son de libros veraniegos —superventas nauseabundos, entretenimientos inanes, celulosa de aeropuerto—, sino de libros que han llegado a mí, caídos venturosamente del cielo de los libros, en verano. Este es un verano muy especial, y la presencia de los poemarios de los que hablaré hoy ha sido un regalo también especial, sorprendente y consolador. Todos ellos han aparecido en este infausto año de 2020 y quizá por eso, porque los libros se han echado a la calle más desamparados que nunca, a uno le gustaría acompañarlos un poco más estrechamente. Y de ahí esta entrada. El primero que quiero reseñar es Las travesías, de Federico Gallego Ripoll, ganador del VI Premio de Poesía Juan Castro, y publicado por Renacimiento. Gallego Ripoll es un poeta enterizo, de larga trayectoria, numerosos reconocimientos y títulos sobresalientes, como Quién, la realidad (2002) o Quien dice sombra (2017), cuyo título es parte de aquel verso memorable de "Habla también tú", de Paul Celan: Dice verdad quien dice sombra. En Las travesías, vuelve a proyectar su mirada desnudadora en las personas y las cosas que lo rodean, de las que consigue desvelar siempre las caras ocultas, los matices fugitivos, las esquinas en sombra. Gallego Ripoll cree poderosamente en la poesía como reactivo de la realidad, como fulminante sensible cuya detonación nos rescata de esa cotidianidad hosca transformándola, nos la vuelve digerible, nos salva de sus excesos. Y se lanza siempre a esa operación redentora con una delicadeza pasmosa, sin alterar la voz, aunque su serenidad nunca deje de albergar la contenida violencia del amor vivido y del amor deseado (o del amor que se escapa) y de los grandes conflictos existenciales. En la poesía de Gallego Ripoll hay siempre muy pocos adjetivos; algún libro suyo conozco que no tiene ni uno. Ese rasgo, tan infrecuente, no lo vincula a ningún áptero realismo, sino a una transfiguración muy sutil de la realidad en la que se sumerge, en la que estamos sumergidos todos. Transcribo su poema "Caballos de tu memoria", que tanto recuerda a una albada:

Me fecundas no estando como solo
puede engendrar quien tanto fue deseo.

Crece mi vientre pleno de tu noche.
El alba es la mentira. No amanezcas.

Los árboles agitan mi techumbre,
desconciertan el sueño de las aves,

tronchan la helada luz de las estrellas
y despiertan mis manos a lo blanco.

El hueco de tu cuerpo pesa como
todos los mares juntos. ¿Quién, mañana?

Por las sábanas frías se escapan los caballos
de tu memoria. El alba es la mentira.

No amanezcas.

La delicadeza caracteriza también a José Luis Cancho, que, tras varias novelas y una autobiografía, Los refugios de la memoria, de la que también di cuenta en este blog (https://eduardomoga1.blogspot.com/2017/07/lecturas-de-verano-1.html), se presenta ahora como poeta con Cuaderno de invierno, de la sabia mano de Papeles Mínimos. La poesía de Cancho tiene la misma limpieza, el mismo equilibrio, la misma sabrosa transparencia que sus relatos y crónicas. Mezclando la prosa y el verso, explora las vicisitudes del amor y el desamor, sus experiencias viajeras —que han sido muchas, aunque ahora estén ya almacenadas en el silo inmóvil del presente— y el mero pero devastador paso del tiempo, que proyecta una grávida melancolía en las páginas del poemario. Cancho parece observar la realidad desde un rincón, quieto, casi quietista, deslumbrado por los azares interminables de la luz, atento a los menores detalles de cuanto sucede: el viento que pasa, una hoja caediza, el silencio que se extiende como una niebla. Y lo hace con una voz desengañada, pero que no ha perdido enteramente la inocencia, que aún cree en decir lo cierto y lo puro, que todavía lame las cosas con los ojos. Cancho lo mira todo como un farero, como un centinela cansado pero lúcido, y nos lo cuenta con una serenidad ácida y una pulcritud fruto de mucha lima, de mucho deshuesamiento. La segunda parte de las tres que tiene el libro, "El abandono", está dedicada, con clarividencia, a la ruptura y la pérdida del amor. Su primer poema dice así:

Cuando un hombre y una mujer se separan
solo quedan los gestos del abandono:
la cama deshecha en el oleaje de los sueños
el eco de las melodías compartidas
un puñado de versos perfilados entre los dos
el esplendor de su risa
su pelo como algas marinas
los besos robados al futuro
su voz junto a la luz de septiembre
los estremecimientos a la orilla del río
el rumor de los días luminosos
todos los planes de repente congelados.
No hay piedad para nosotros.
Todo termina
los viajes y el amor
nada termina.

El tercer libro del que quiero hablar hoy es Poemes amb ous ferrats ('poemas con huevos fritos') del poeta de l'Ampolla, en Tarragona, Juan López-Carrillo, el primero que este autor publica en catalán, gracias a la editorial Meteora. La lengua de López-Carrillo ha cambiado, pero no el tenor de sus poemas, ni su aire goliardesco, ni su espíritu juguetón, ni su ocasional pero temible mala uva. El poeta no tiene miedo de llamar a las cosas por su nombre y utilizar el lenguaje que haga falta, sin revestimientos, sin templanzas, sin tutelas ni tutías. En Poemes amb ous ferrats, se queja de la plaga de los poetas, de la zafiedad de un jefe de gabinete, de las teorías de la conspiración, de la comunicación inclusiva, de que no folla. Los placeres materiales —entre los que el sexo ocupa uno de los primeros lugares— rodean siempre al poeta, ya para ser ensalzados, ya para ser añorados, que es lo más común. También la reflexión jocosa, a menudo tintada de humor negro, sobre la propia poesía y sus cultivadores ocupa un buen número de composiciones. La crítica (y la autocrítica) que López-Carrillo ejerce en este poemario, en el que, como sugiere su título, se puede mojar pan, nunca es esquinada, a pesar de su acedía. Pero esta jovialidad gamberra esconde —o sublima— la insatisfacción y el dolor. La rabia se conjuga con la eutrapelia, y la certeza de la muerte, con la alegría de vivir. Un poso de amargura, en fin, impregna la sátira. En realidad, la sátira canaliza la amargura. No obstante, el resultado final es siempre una sonrisa, algo torcida, acaso quebradiza, pero muy feliz. Así dice el poema "Lògic":

Hi ha gent que afirma
que la Terra no és rodona sinó plana,
que els galls violen sàdicament les gallines,
que Cervantes va escriure El Quixot en català,
que José María Aznar fou un gran estadista,
que Amanece que no es poco és una pel·lícula dolenta,
que el pernil de gla és un aliment impur
o que l'escalfament global no és més que una mentida.
Per tant, no ens ha de sorprendre que, a ell, se l'anomeni com un gran poeta.

'Hay gente que afirma
que la Tierra no es redonda, sino plana,
que los gallos violan sádicamente a las gallinas,
que Cervantes escribió el Quijote en catalán,
que José María Aznar fue un gran estadista,
que Amanece que no es poco es una mala película,
que el jamón de bellota es un alimento impuro
o que el calentamiento global no es más que una mentira.
Por tanto, no nos debe sorprender que de él se diga que es un gran poeta'.

(La traducción es mía). 

1 comentario:

  1. Creo que en la poesía de López-Carrillo ta,bién hay un fondo, un resabio, epigramático. Dardos certeros.

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