lunes, 24 de mayo de 2021

Pilar Bayona

Mi madre solo hizo el bien en su vida. Y fue así porque no sabía hacer el mal. No concebía el mal, ni cualquiera de los disfraces con los que se camufla: la ingratitud, el desprecio, la falta de hospitalidad. Mi madre era la forma que tenía el amor de hacerse humano. Había nacido en un lugar áspero, en un tiempo áspero, y le tocó una vida difícil, como a todos, pero, en su caso, un poco más difícil que a los demás. Fue pobre de cosas, pero rica de amor. Sobrevivió a una guerra, a una posguerra, a una dictadura, pero, sobre todo, sobrevivió a una sociedad injusta y cruel. Pero nunca dejó de dar amor. Se tragó el silencio de muchos que debieron haber hablado, y se echó a la espalda el peso de un hombre, y de un hijo, y de una madre, y de un mundo equivocado y sombrío. Ella no fue para que nosotros fuésemos. En las sombras del mundo, ella era mi luz, ella era nuestra luz. Recorrió, de niña, carreteras polvorientas, y visitó lugares helados, y trabajó años, décadas, toda la vida, como alguien para quien el trabajo es una manera de decir: existo, estoy aquí, soy Pilar, una mujer buena, una mujer que lo acoge todo en su seno, aun a costa de su intimidad, de sus propios sueños. Mi madre careció de muchas cosas, pero nunca de amor: del que daba a manos llenas, cuando sonreía, y cuando cosía, y cuando callaba. Mi madre ofreció tanta abnegación como paciencia, esos atributos olvidados del amor. Porque el amor se le salía por las costuras, le rezumaba de los ojos y se reía con ella: asomaba en los labios, que nunca gritaron, y en los pechos, que erradicaron el desconsuelo, y en las manos, que sostuvieron tantos días. Mi madre nunca pensó en la muerte. La muerte era algo que se oponía a su ser: su ser empujaba por abrirse siempre al otro, como el pájaro se abre siempre al cielo o el río se abre siempre al mar. Mi madre no quería pensar en la muerte: como al mal —porque la muerte es el mal—, tampoco la concebía. Hoy, aun atrapada por ella, sigue siendo inmortal, porque el amor, cuando es cierto, cuando ha brotado sin pausa, como brotó el de mi madre, no se extingue con la pérdida del cuerpo, sino que se sobrepone a ese accidente pasajero y perdura en el latido del mundo, en la respiración del universo. Pilar Bayona, mi madre, ha sido un ejemplo de amor. Y ha sido difícil corresponder a un don tan alto. Hoy, aquí, cerca de las personas que la quisieron o que quieren a quienes ella dio vida, deseo decir que ha sido, que ha hecho el bien, que ha derrochado amor, y que el mundo es mejor gracias a ella. 



A los cinco años (1940)



A los 18 años (1954)



A los 85 años (2021)

18 comentarios:

  1. ❤️❤️❤️❤️❤️❤️

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  2. Hermosa y sentida despedida! abrazos!!

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  3. Preciosa despedida. Descanse en paz. Todo mi cariño y ánimo para ti y tu familia. Besos.

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  4. A los 18 años parece que está esperando a Bogart para darle una bofetada. Tremenda.
    Un abrazo.

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  5. Convertir el dolor en hermosura es otro don de la bondad. Un fuerte abrazo Eduardo.

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  6. Preciosa semblanza de tu madre. Un sentido y gran abrazo, Eduardo.

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  7. Muchas gracias, Pablo, J. A., Agustín, Teresa, Sandra, Javier, Antonio, Jonás, Isabel y un desconocido (pero que seguro que es también un gran amigo), por vuestro cariño y vuestras palabras. En estos momentos de dolor y soledad, son especialmente consoladoras. Besos grandes a todos.

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  8. Mario Martín Gijón26 de mayo de 2021, 16:23

    Mi más sentido pésame, Eduardo. Un abrazo fuerte.

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  9. Un abrazo Eduardo. Te acompaño en tu dolor. Con cariño Maria José

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  10. Te acompaño en el sentimiento, compañero. Un abrazo. José Miguel Perera

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  11. Un abrazo desde lo más profundo de mi corazón.

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  12. Te acompaño el sentimiento y te felicito al mismo tiempo.
    Que su amor te acompañe siempre, cómo lo hace su mirada, que no es difícil encontrar en tus ojos.

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  13. También a vosotros, Mario, María José, José Miguel, Blanca, Ana y Yolanda os mando un abrazo agradecido.

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