miércoles, 11 de enero de 2023

Del cuerpo y el alma

El grupo poético Papers de Versàlia, compuesto por los poetas Josep Gerona, Esteban Martínez, Quilo Martínez y Josep Ramon Ripoll, que lleva desarrollando una hercúlea labor poética, rigurosamente bilingüe en catalán y castellano, en la ciudad de Sabadell desde hace un montón de años, acaba de publicar un nuevo volumen en la colección “Álbumes”, dedicado a la dualidad cuerpo-alma, de tan enjundiosa tradición en la literatura occidental (no así en la oriental, donde tal binomio no existe, o lo hace de otra forma: sin oposición). Se trata de un compendio de trabajos críticos y de una antología de poemas sobre el tema. Los primeros son comentarios de poemas de la literatura universal seleccionados por Papers de Versàlia y asignados a cada colaborador (salvo los dos breves ensayos prologales, de Ana Blandiana y Ramón Andrés), desde Eliot hasta Paz, desde Espriu hasta Szymborska, y la segunda agrupa poemas originales de estos mismos colaboradores. El resultado es un libro de casi 400 páginas, que cuenta con las ilustraciones originales de Ramiro Fernández Saus y una nómina de treinta y seis poetas, entre los que celebro encontrar a autores amigos y admirados, como los propios Ramón Andrés y Esteban Martínez, Esther Zarraluki, Kepa Murua, Xavier Farré o Pilar Blanco. El poema que me ha tocado en suerte comentar es “Encuentro”, de la poeta danesa Inger Christensen, y el poema con el que he contribuido, “Nuevo diálogo entre el cuerpo y el alma”, que transcribo:

NUEVO DIÁLOGO ENTRE EL CUERPO Y EL ALMA

—¿Dónde andas, alma?

—Estoy en ti. Aquí. Soy tu berbiquí. Pero afín.

—Afín no. Eres yo.

—Sí. Platón se equivocó. Qué arreón de disociación, cuando todo era conciliación. Cuánta división con dolor.

—No hay color. La materia, qué feria.

—Medro en el cerebro. Soy anímica, pero química.

—Calma, alma. Tú siempre te has llevado la palma. Has sido aristocrática, y abismática, y neumática, aunque poco pragmática.

—He querido distinguirme. Al final, solo he conseguido irme. De la inmaterialidad a la fisicidad. Del cielo al suelo.

—En todos perece el anhelo. Todos aprendemos a ser menos. Todos crecemos hacia adentro. Y, si no lo hacemos, es que no estamos cuerdos.

—Yo me he enclavado en tu sueño, que es material.

—Ya no radicas en la glándula pineal. Ni en ningún cuarto de atrás. Ni tienes el don de la ubicuidad. Eres corporal y fugaz. Mas, siéndome, te niegas. Tu gravedad es alígera; tu eternidad, efímera.

—Pero íntegra. La finitud desvela al tú. Donde yo yacía, los días morían y resurgían inútilmente; y hacía frío. Y detestaba aquella partición de la muerte: tú, inerte, y yo, ascendente.

—Residente de la mente: eso eres. El ente te pertenece bajo la especie muriente del cuerpo: semen caliente, sienes candentes, corazón impaciente, apéndices tumescentes, éter breve, provisionalidad perenne. Ese frío antiguo es ya solo relente.

—Celebro estar en el cerebro. Las praderas de la eternidad eran demasiado siniestras. La beatitud es fiera.

—Despídete de las ideas y su quimera. Las ideas no moran en ningún empíreo, sino que recorren la senda de la existencia y nievan en la trastienda de la cabeza, regadas por la casi nada que somos, alentadas por la parca y la esperanza.

—¿Esperanza de qué, cuerpo? La esperanza es una mala puta.

—Esperanza de ser, de seguir siendo. De encontrar otra ruta.

—Pero esa ruta acaba aquí, en el centro, donde estamos los dos.

—Esa es la baza, alma. Esa es la misión. Ven, recuéstate en mí.

—Ya estoy aquí. Mientras tú vivas, yo no tengo fin. 

(Sant Cugat del Vallès, 22 de enero de 2022. Trigésimo tercer día de mi coronavirus).

1 comentario:

  1. « Un poeta moribundo es cuando toca mejor el violín »
    Eduardo, al leer tu poema me ha venido a la mente estos versos de León Felipe.
    Delirio se llama el poema.
    Deseando leer tu comentario sobre el poema de Inger Christensen. Su poesía me atrapó desde el primer día que la descubrí.

    Un placer leerte, mi quiero amigo.

    Besos.

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