jueves, 13 de febrero de 2020

Dios contra la eutanasia

Por fin va a tramitarse en el Congreso una ley de eutanasia y, con la mayoría parlamentaria que apoya la iniciativa, es muy probable que se apruebe. Era, desde hacía muchos años, una exigencia de la compasión —esa que tanto predican, pero que tan poco practican los creyentes— y del sentido común. Por las informaciones difundidas en los medios de comunicación, la ley estará plagada de cautelas y verificaciones: el solicitante habrá de pedirla en más de una ocasión; serán necesarios dos informes médicos independientes para que pueda aprobarse; una comisión de ética velará por las garantías del proceso; los médicos podrán ejercer la objeción de conciencia, y un largo etcétera. Tengo para mí que tantas precauciones, si la ley se consolida, acabarán siendo aligeradas y hasta eliminadas con el tiempo: también la ley del divorcio en España se aprobó con múltiples cinturones de castidad, y hoy basta poco más que la mera voluntad de los cónyuges para disolver el vínculo matrimonial. Como debe ser: una persona libre y capaz debería poder decidir sobre los aspectos esenciales de su vida —cuándo se casa, cuándo se divorcia y cuándo se muere, entre otros— sin más requisito que su simple deseo. Pero en este momento inaugural es lógico que el legislador no quiera ser tachado de laxo. En cuanto se ha conocido la iniciativa del gobierno, los partidos de la derecha menos, en esta ocasión, Ciudadanos, que bastante tiene con no desaparecer— han lanzado sus críticas, unas críticas que, como era de prever, firmaría gustoso Federico Jiménez Losantos. El PP ha dicho ya que la razón por la que el Gobierno quiere que se apruebe la ley de eutanasia es para ahorrar gastos: así, eliminándolos, la Seguridad Social no tendrá que cuidar a enfermos encamados que le salen carísimos y a ancianos que no se mueren nunca. Con igual finura ha calificado la futura ley de "solución final", una analogía con el nazismo que BOX (y no es errata) se ha apresurado a compartir, al afirmar que con esta ley el Estado se convierte en "una máquina de matar". Como si despenalizar la ayuda que se pueda prestar a enfermos terminales o incurables para que dejen de sufrir, por expreso deseo de estos, supusiera un Holocausto. Cuando uno supera el estupor que estos malignos disparates le suscitan, se pregunta: ¿De dónde proviene tanta estulticia? ¿Qué la causa? Aparte de la escasa inteligencia y la aún menor enjundia moral de muchos prohombres (y promujeres) del PP, y de todos los militantes de BOX, hay una factor que da la clave de la respuesta: el catolicismo, que comparten la mayoría de los primeros y todos los segundos. Para los que creen en Dios, la vida es un don de Dios: Dios nos la ha dado y solo él nos la puede quitar. Cualquier intervención que devuelva el dominio de los límites de la vida el nacimiento y la muerte— a la jurisdicción humana, su sede natural, constituye un atentado contra ese ente invisible, pero omnipotente, omnipresente y eterno, que, no obstante su indecible poder, es incapaz de librarnos del mal. La Iglesia, y con ella sus adictos, prefiere que la gente sufra a que se quiebre la ley abstracta e inverificable de Dios: que sufra aunque no quiera, que sufra aunque pueda evitarlo, que sufra para dolor propio y de los suyos, que sufra a pesar de todo. El catolicismo de peperos y boxistas (y de UPN y Foro Asturias, grupúsculos que completan el mapa siniestro de la fe patria), como toda verdad absoluta, pretende imponerse absolutamente: aunque uno no comparta la creencia que a ellos les lleva a preferir el mandato de Dios al fin del suplicio, ha de preferirlo también y soportar las consecuencias. Los que se emborrachan con la consoladora certidumbre de Dios exigen que todo el mundo se aturda con ella. Pero sus necesidades psicológicas no son las de todo el mundo, y no hay razón por la que deban prevalecer en una sociedad libre, como ya no lo hacen en el caso del divorcio o del aborto. En la eutanasia, ni siquiera hay debate sobre si se daña a un tercero: aquí no hay otro destinatario del acto que quien lo reclama; la eutanasia no se impone a nadie, sino que se permite a todos: amplía los derechos de la ciudadanía, reconociendo uno que hoy no existe. Si los creyentes (o los que no lo sean) no quieren decidir cuándo mueren, que no lo hagan, así se llaguen en una cama o se les deshaga el cerebro, y, como decía mi abuela, alabado sea Dios. Y si, tetrapléjicos o amiotróficos, quieren seguir disfrutando de lo que la vida pueda ofrecerles (y tienen a quienes les ayuden a lograrlo), que lo hagan también: están en su derecho. Pero quien juzga que la vida no es solo continente, sino sobre todo contenido; quien cree que no es solo una pulsión física o la solidificación de un aliento sobrenatural, sino algo que debe ser llenado de potencias y actos; quien está convencido de que no es únicamente un grumo corpóreo, sujeto a la dictadura del latido que no cesa y la respiración indetenible, sino el recipiente de algo más alto y más digno, constituido por las pasiones y los defectos humanos, por su infinita pero maravillosa vulnerabilidad, ese ha de poder liberarse de sus ataduras, también cuando no pueda hacerlo por sí mismo, sin que nadie que crea que la vida tiene otro propietario que él tenga derecho a impedírselo. Porque la vida no tiene otro dueño que nosotros mismos: que lo que nosotros queramos ser, o no ser. Más aún: debería llegarse a un punto en el que ni siquiera hiciera falta la justificación de la enfermedad insoportable para decidir cuándo poner fin a la existencia. El mero cansancio vital tendría que ser suficiente. Bernard le Bovier de Fontenelle decía eso precisamente: que sentía un cierto cansancio de ser, aunque, claro, él vivió cien años, y se comprende. Pero a todos habría de asistirnos el derecho a renunciar, con la ayuda que fuera menester, a lo que no sentimos ya sino como una carga, como algo vacío, tedioso o carente de sentido. Por desgracia, algo así queda aún lejos. De momento, toca luchar por que un derecho elemental, como el de la eutanasia, se establezca definitivamente en la sociedad; y por que salga bien. 

3 comentarios:

  1. " El mero cansancio vital tendría que ser suficiente ".
    Eduardo, yo no estaría viva.

    Apoyo la ley pero con mucho tiento.

    Un abrazo enorme.

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  2. La eutanasia en el mundo

    El pacto PSOE-PODEMOS lleva en el acuerdo aprobar esta legislatura una ley de eutanasia. Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Canadá y Australia son países en los que la eutanasia está legalizada, pero uno de los miedos es que se aplique la eutanasia sin control.

    Las garantías en los países donde es legal son muy rígidas:

    En Bélgica, por ejemplo, debe ser solicitada por una persona mayor de edad o menor emancipado, capaz, con pronóstico de enfermedad irreversible, que padezca un sufrimiento físico o psíquico constante e insoportable o una enfermedad grave incurable. El médico además debe dejar pasar un mes entre la petición y la realización de la eutanasia. Los médicos tienen, entre otras, la obligación de consultar a otro especialista en la patología correspondiente, quien a su vez realizará un informe.

    En Suiza se permite el suicidio asistido por un vacío legal. Sin necesidad de una ley específica, el Tribunal Federal suizo afirmó en noviembre de 2006 que el suicidio asistido era legal y se derivaba del derecho a decidir de las personas, independientemente de su estado de salud. Para llevarlo a la práctica, el paciente debe ingerir una dosis letal de barbitúricos recetados por un médico o aplicarse una inyección intravenosa por si mismo. El requisito ineludible del auxilio al suicidio en Suiza es que detrás de la actuación de quien ayuda no haya ninguna motivación egoísta ni de tipo personal o económico.

    En la asistencia al suicidio pueden intervenir personas ajenas a la profesión médica. Suele quedar en manos de organizaciones no gubernamentales.

    Australia: en Victoria entró en vigor en 2019 y está restringida a pacientes con enfermedades terminales en pleno ejercicio de sus facultades mentales y con una esperanza de vida de menos de seis meses.

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  3. Laeta in adversis, comparar a España con esos países...🤦‍♀️🤦‍♀️🤦‍♀️🤦‍♀️🤦‍♀️🤦‍♀️🤦‍♀️🤦‍♀️

    Un cordial saludo.

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