Jonás Sánchez Pedrero acaba de publicar la segunda edición, ampliada, de su libro de aforismos Pezón en la misma editorial en que vio la luz, en 2018, la primera: Ediciones del Ambroz. Saludé la aparición de aquel inteligente volumen en una entrada de este blog: https://eduardomoga1.blogspot.com/2018/03/pezon.html, y vuelvo a dar la bienvenida ahora al pensamiento crítico y cáustico de Jonás. Es un placer añadido, además, que Jonás haya tenido la deferencia de considerar que aquel post podía contribuir en algo a la factura del libro y lo haya incluido como prólogo de esta segunda edición. Viajamos juntos, pues: yo, en el pescante; él, en la diligencia, contemplando el paisaje y dándonoslo a contemplar a nosotros. "Quién calla la ceguera", escribe; y también "Se quiere por dolor".
Ha aparecido también, hace muy poco, el número correspondiente al invierno de 2020 de la revista Estación Poesía, que dirige con solvencia, desde Sevilla, el profesor, escritor y poeta Antonio Rivero Taravillo. Estación Poesía es un primor, como siempre: su diseño moderno se las ingenia para parecer, al mismo tiempo, clásico, y ofrece un producto manejable y grato a los sentidos. Este número, cuyas cubiertas son de un luminoso naranja, incluye poemas de Jordi Doce, Nuria Ruiz de Viñaspre, Elías Moro, Juan Marqués, Braulio Ortiz Poole, Jacobo Cortines, Álvaro Galán Castro y Ben Clark, entre otros, y traducciones del portugués (Paulo Henriques Britto, en versión de Manuel Barros), el chino (David Qi), el inglés (Auden, en versión de Andrés Catalán) y el catalán (Anna Moreno). En la sección de reseñas, Rocío Fernández Berrocal habla de María Zambrano, José de María Romero Barea, de José Corredor-Matheos (al que vi hace muy poco en la presentación de un libro en Barcelona: con 90 años, Pepe sigue tan activo y dinámico, casi saltarín, como siempre), y Gema Borrachero, de Mi padre, el libro que publiqué en 2019 en Trea. Agradezco a Gema sus amables palabras sobre el poemario.
La editorial alemana Peter Lang ha reunido en el volumen Donoso después de Donoso, coordinado y editado por el poeta Juan Antonio González Fuentes y el profesor Dámaso López García, las ponencias impartidas en el curso así titulado de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en 2018, sobre la literatura del chileno José Donoso, uno de los menos conocidos integrantes del boom hispanoamericano. Hablan de su compatriota Álvaro Bisama, Alberto Fuguet y Cecilia García Huidobro, y también los españoles Vicente Cervera, Selena Millares, Juan Antonio González Fuentes, Dámaso López García y yo mismo, con una ponencia sobre la breve y aún menos conocida poesía del autor de El obsceno pájaro de la noche: "José Donoso: la poesía de un novelista". Curiosamente, Donoso no se tenía por poeta —de hecho, solo publicó un libro que pueda ser considerado un poemario—, ni creía estar haciendo poesía al escribirlo, pero ya se sabe que, a menudo, los autores no son los mejores intérpretes del sentido y el valor de su obra, y este es, en mi opinión, uno de esos casos. Los versos de Donoso son, en primer lugar, versos, y, además, muy buenos. Vale la pena leer sus Poemas de un novelista, cuya primera edición, en Santiago de Chile, data de 1981, y que Bartleby Editores reeditó en 2009, con prólogo de otro grande, Jorge Edwards.
Sandra Benito Fernández, la joven poeta extremeña, me ha mandado Ciudad abierta, su primer poemario publicado. Ha tardado en aparecer desde que yo, como director de la Editora Regional de Extremadura, aprobara su publicación, pero finalmente lo ha hecho, por lo que me siento muy satisfecho. De Ciudad abierta me gustaron (y siguen gustando) muchas cosas: su precisión, su fuerza delicada, su inteligente análisis de los sentimientos y su espíritu cosmopolita. No está mal para un primer libro. Sobre todo, me gustó (y me sigue gustando) su limpieza y su veracidad: algo indefinible, en el aire de los versos, que indica que eso es poderoso, que tiene alma y —en el caso de una autora joven como Sandra— que tiene futuro. En el libro destaca también el elegante formato clásico de la Editora, con el que tantos la habíamos identificado a lo largo de los años (diseñado por el malogrado Julián Rodríguez Marcos), recientemente recuperado. En el apartado final de dedicatorias y agradecimientos, Sandra ha hecho constar el suyo por mi participación en la materialización del libro, y también me lo ha dedicado, cariñosa y privadamente. Y en estos tiempos ásperos, en el que la expresión de la gratitud no es lo que más se estila, ambos gestos, que son en realidad solo uno, me han emocionado.
Finalmente, también he recibido —enviado por una amiga pacense— un ejemplar del asimismo flamante La consciencia del ser, un vasto volumen dedicado a la obra poética, pictórica y experimental de José Antonio Cáceres, uno de los mayores artistas extremeños del último tercio del siglo XX y de lo que llevamos de este, aunque, como les pasa a tantos autores de su tierra, mucho menos conocido en el resto de España (y en la propia Extremadura) de lo que la calidad de su obra haría suponer. Los estupendos artículos incluidos en el volumen han sido escritos por conocedores de su obra y, en general, del arte de vanguardia contemporáneo (entre ellos, Fernando Milán, Jorge Urrutia, Pablo Jiménez, Elisabeth Slavkoff, Antonio Gómez y Juan Luis Campos), coordinados por una de sus mejores especialistas, la poeta Emilia Oliva. El libro cuenta con la impecable factura de las publicaciones del Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo y una subvención de la Junta de Extremadura. Un prólogo de Antonio Franco nos recuerda el apoyo que el recientemente fallecido director del MEIAC prestó siempre a los proyectos artísticos de calado, como sin duda es la pintura y la poesía de José Antonio Cáceres. En La consciencia de ser celebro encontrar el poema "Confidencias de José A. Cáceres, a propósito del retrato que me pintó hace más de cincuenta años", de Pablo Jiménez, otro autor de la generación de Cáceres, de gran valía, cuya poesía completa tuve el placer de publicar en la Editora Regional de Extremadura.
Ha aparecido también, hace muy poco, el número correspondiente al invierno de 2020 de la revista Estación Poesía, que dirige con solvencia, desde Sevilla, el profesor, escritor y poeta Antonio Rivero Taravillo. Estación Poesía es un primor, como siempre: su diseño moderno se las ingenia para parecer, al mismo tiempo, clásico, y ofrece un producto manejable y grato a los sentidos. Este número, cuyas cubiertas son de un luminoso naranja, incluye poemas de Jordi Doce, Nuria Ruiz de Viñaspre, Elías Moro, Juan Marqués, Braulio Ortiz Poole, Jacobo Cortines, Álvaro Galán Castro y Ben Clark, entre otros, y traducciones del portugués (Paulo Henriques Britto, en versión de Manuel Barros), el chino (David Qi), el inglés (Auden, en versión de Andrés Catalán) y el catalán (Anna Moreno). En la sección de reseñas, Rocío Fernández Berrocal habla de María Zambrano, José de María Romero Barea, de José Corredor-Matheos (al que vi hace muy poco en la presentación de un libro en Barcelona: con 90 años, Pepe sigue tan activo y dinámico, casi saltarín, como siempre), y Gema Borrachero, de Mi padre, el libro que publiqué en 2019 en Trea. Agradezco a Gema sus amables palabras sobre el poemario.
La editorial alemana Peter Lang ha reunido en el volumen Donoso después de Donoso, coordinado y editado por el poeta Juan Antonio González Fuentes y el profesor Dámaso López García, las ponencias impartidas en el curso así titulado de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en 2018, sobre la literatura del chileno José Donoso, uno de los menos conocidos integrantes del boom hispanoamericano. Hablan de su compatriota Álvaro Bisama, Alberto Fuguet y Cecilia García Huidobro, y también los españoles Vicente Cervera, Selena Millares, Juan Antonio González Fuentes, Dámaso López García y yo mismo, con una ponencia sobre la breve y aún menos conocida poesía del autor de El obsceno pájaro de la noche: "José Donoso: la poesía de un novelista". Curiosamente, Donoso no se tenía por poeta —de hecho, solo publicó un libro que pueda ser considerado un poemario—, ni creía estar haciendo poesía al escribirlo, pero ya se sabe que, a menudo, los autores no son los mejores intérpretes del sentido y el valor de su obra, y este es, en mi opinión, uno de esos casos. Los versos de Donoso son, en primer lugar, versos, y, además, muy buenos. Vale la pena leer sus Poemas de un novelista, cuya primera edición, en Santiago de Chile, data de 1981, y que Bartleby Editores reeditó en 2009, con prólogo de otro grande, Jorge Edwards.
Sandra Benito Fernández, la joven poeta extremeña, me ha mandado Ciudad abierta, su primer poemario publicado. Ha tardado en aparecer desde que yo, como director de la Editora Regional de Extremadura, aprobara su publicación, pero finalmente lo ha hecho, por lo que me siento muy satisfecho. De Ciudad abierta me gustaron (y siguen gustando) muchas cosas: su precisión, su fuerza delicada, su inteligente análisis de los sentimientos y su espíritu cosmopolita. No está mal para un primer libro. Sobre todo, me gustó (y me sigue gustando) su limpieza y su veracidad: algo indefinible, en el aire de los versos, que indica que eso es poderoso, que tiene alma y —en el caso de una autora joven como Sandra— que tiene futuro. En el libro destaca también el elegante formato clásico de la Editora, con el que tantos la habíamos identificado a lo largo de los años (diseñado por el malogrado Julián Rodríguez Marcos), recientemente recuperado. En el apartado final de dedicatorias y agradecimientos, Sandra ha hecho constar el suyo por mi participación en la materialización del libro, y también me lo ha dedicado, cariñosa y privadamente. Y en estos tiempos ásperos, en el que la expresión de la gratitud no es lo que más se estila, ambos gestos, que son en realidad solo uno, me han emocionado.
Finalmente, también he recibido —enviado por una amiga pacense— un ejemplar del asimismo flamante La consciencia del ser, un vasto volumen dedicado a la obra poética, pictórica y experimental de José Antonio Cáceres, uno de los mayores artistas extremeños del último tercio del siglo XX y de lo que llevamos de este, aunque, como les pasa a tantos autores de su tierra, mucho menos conocido en el resto de España (y en la propia Extremadura) de lo que la calidad de su obra haría suponer. Los estupendos artículos incluidos en el volumen han sido escritos por conocedores de su obra y, en general, del arte de vanguardia contemporáneo (entre ellos, Fernando Milán, Jorge Urrutia, Pablo Jiménez, Elisabeth Slavkoff, Antonio Gómez y Juan Luis Campos), coordinados por una de sus mejores especialistas, la poeta Emilia Oliva. El libro cuenta con la impecable factura de las publicaciones del Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo y una subvención de la Junta de Extremadura. Un prólogo de Antonio Franco nos recuerda el apoyo que el recientemente fallecido director del MEIAC prestó siempre a los proyectos artísticos de calado, como sin duda es la pintura y la poesía de José Antonio Cáceres. En La consciencia de ser celebro encontrar el poema "Confidencias de José A. Cáceres, a propósito del retrato que me pintó hace más de cincuenta años", de Pablo Jiménez, otro autor de la generación de Cáceres, de gran valía, cuya poesía completa tuve el placer de publicar en la Editora Regional de Extremadura.
Muchas gracias por tu labor, por acoger Ciudad abierta y por hacerte eco de ella, Eduardo. Qué alegría.
ResponderEliminarUn abrazo enorme,
Sandra.
Me sumo al agradecimiento de Sandra. Eres generoso Eduardo. Y tomo nota de las "novedades literarias". Haces falta. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarGracias por acoger con cariño y hacerte eco de La consciencia de ser, la obra de JACaceres y los libros de Jonás y Sandra. Un abrazo. Emilia Oliva
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