martes, 16 de febrero de 2021

Expón, que algo queda

Acaba de aparecer Expón, que algo queda, en la editorial Polibea. El libro es una recopilación de las entradas de este blog y del anterior, Corónicas de Ingalaterra, sobre las exposiciones que he visitado en estos últimos años. Son, principalmente, de arte, pero no solo: también las hay de historia, literatura y etnografía. La más antigua data del 7 de octubre de 2013 —o tempora, o mores; ciertamente, tempus fugit; por eso ¡carpe diem!—: la publiqué al poco de llegar a Londres. Aquel día visitamos una muestra de criselefantinas, unas curiosas estatuas de oro y marfil, hechas con una técnica de la Grecia antigua, expuesta en el hotel Savoy, uno de los más linajudos de la capital británica, y el único sitio del Reino Unido donde, para llegar en coche, se puede circular por la derecha. La última es relativamente reciente, del 20 de junio de 2020, aunque, tal como están las cosas, de cualquier cosa parece que haya pasado un millón de años. Hice una buena parte de estas visitas en Londres, donde la actividad cultural es diaria e inagotable, a lo largo de los dos años y medio que viví en la ciudad. Otras se organizaron en Extremadura y Barcelona, mis siguientes lugares de residencia tras la experiencia inglesa; y también en Madrid, a donde el AVE desde Barcelona permite hace subeybajas antes solo factibles en avión (y mucho más baratos). Visitar exposiciones es una de las actividades más entretenidas que conozco: permite ver, por la ventana de lo que allí se recoge, un pedazo del mundo al que de otro modo no accederíamos. Una exposición es como una maqueta: la representación a escala de una enormidad: una época, una cultura, un estilo, una vida, una revolución. Lo que más me gusta de las exposiciones no es lo que me enseñan sobre lo expuesto, con ser mucho, sino lo que me enseñan sobre mí: cómo desafían lo que creía saber y cómo cuestionan los mecanismos psicológicos que me habían llevado a creer que lo sabía. Lo cual significa, casi siempre, impugnar, y con suerte destruir, los prejuicios que uno albergaba, o comprender de qué modo hemos construido nuestro conocimiento, o nuestra ignorancia, a partir de nuestras propias carencias y debilidades. El libro ve la luz en la colección "La espada en el ágata" de la editorial Polibea, dirigida por un editor noble y tenaz: Juan José Martín Ramos. En esa colección han visto la luz títulos de autores admirados y queridos, como José Ángel Cilleruelo, Agustín Calvo Galán, Jesús Aguado, Javier Lostalé y Jorge Rodríguez Padrón, y yo celebro compartir su compañía.

El libro cuenta con un generoso prólogo del poeta Jesús Aguado, que se puede leer en este enlace: Expón, que algo queda

Y este es el índice del volumen:

El surrealismo, un arte práctico
La interminable saga de los Brueghel
Benito Pérez Galdós. La verdad humana
Antonio y Manuel Machado en el Instituto Cervantes
Picasso: un escritor que pinta
Las enseñanzas de L. S. Lowry
Sorolla, maestro español de la luz, en Londres
Jaume Plensa: Una exposicion en el MACBA
Lee Miller y el surrealismo en Gran Bretaña
Los dadaístas rusos
Auschwitz
La mirada poética de Juan Ricardo Montaña
El 1-O y una exposición en Badajoz
Caravaggio y sus secuaces
Los celtas
Los retratos de Goya
Los indígenas australianos
El cuerpo de los griegos
El exilio en el Instituto Cervantes
Los hijos de Rubens
Las galerías del Serpentine y un restaurante japonés
Los chinos
El mundo perdido de John Constable
Bretaña hace un millón de años
Momias
Los recortes de Matisse
Una de vikingos
Dulwich y Whistler
Turner
Art déco en el Savoy


ISBN: 978-84-123112-1-1

1 comentario:

  1. Felicidades, Eduardo. Y expón el dodecaedro de palma trenzada. Te acercará al Índico.

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