Los presidentes de seis comunidades autónomas –Castilla y León, La Rioja, Galicia, Castilla-La Mancha, Asturias y Aragón: las tres primeras, gobernadas por el PP; las tres segundas, por el PSOE– se han coaligado, y en septiembre se han vuelto a reunir, para instar al gobierno de la nación a una reforma del sistema de financiación y la adopción de medidas urgentes contra la despoblación, uno de los problemas más graves, si no el más grave, de sus regiones. La desertización de Extremadura es vertiginosa, y más alarmante todavía que en esos seis territorios de la España vacía, porque no solo afecta a los pueblos, que están exhaustos y, en muchos casos, a punto de desaparecer, sino también a la población urbana: hasta las ciudades extremeñas pierden ya habitantes. Según las últimas proyecciones demográficas del Instituto Nacional de Estadística, la población de Extremadura se reducirá en más de 70.000 habitantes en los próximos 15 años (el tercer descenso más acusado por comunidades autónomas), hasta situarse por debajo del millón de habitantes (ahora tiene 1.070.000). Pese a lo preocupante de los datos, Extremadura no se ha unido al grupo de comunidades que presiona por revertir o al menos mejorar la situación. ¿Por qué no?
En la Sierra de Gata, cerca de mi pueblo, Hoyos, se acaba de inaugurar un hotel, el primer edificio de un complejo de ocho, que configurará un llamado Campus Phi, sede de la Universidad de la Consciencia (sic), y donde tendrá también su sede la organización promotora del proyecto, la Fundación Phi, radicada hasta ahora en Puçol (Valencia). La buena noticia es que, en una zona deprimida (e incendiada) como la Sierra de Gata, se levante un establecimiento hotelero (de cuatro estrellas) que dé trabajo a la gente del lugar y atraiga el turismo (aunque atraer el turismo no sea algo que queramos necesariamente los que pasamos largas temporadas en aquel sosiego, y sin entrar en consideraciones sobre la ecología: quiero pensar que el mazacote del hotel, y del proyecto en general, que se encuentran en un hermoso paraje del monte Jálama, cuentan con todos los estudios de impacto ambiental y permisos de obras necesarios). La mala es que la Fundación Phi tiene todas las trazas de ser una secta. Y las sectas, a la larga, no dan dinero: lo quitan, además de suponer un grave perjuicio para la integridad intelectual de las personas y las comunidades a las que contaminan. Un vistazo a la página web de esta Fundación intranquiliza, como poco. Que se pretenda crear una "Universidad de la Consciencia" (normalmente, se crea la universidad y luego el campus; aquí ha sido al revés: ya hay campus, esperemos que no de concentración, aunque todavía no hay universidad) es per se preocupante. Pero asomarse a los principios que inspiran a la Fundación, los objetivos que persigue y las técnicas que emplea para alcanzarlos mueve al espanto. Esta es la finalidad principal de la Fundación Phi: "Como ninguna cosa puede verse como separada del Todo al que pertenece, nuestro objetivo es fomentar el necesario respeto al equilibrio entre cuerpo-mente-espíritu-entorno en la sociedad en que vivimos, para favorecer el estado de salud global e integral. Un respeto profundo a la verdad y a la unidad de la existencia es imprescindible para alcanzar la salud global del hombre y del planeta, entendida como un estado de armonía total. Salud Global es un estado de libertad total que llena de felicidad al ser humano”. Y, para alcanzar esa armonía total y esa felicidad que desborda al ser humano, la fundación practica y subvenciona la medicina natural (una denominación bajo la que suelen esconderse seudociencias y estafas, como la homeopatía o los tratamientos de herboristería contra el cáncer y otras graves enfermedades), la respiración holística, el par biomecánico –una terapia según la cual dos imanes pueden depurar el cuerpo, haciendo que los campos magnéticos nivelen el PH del cuerpo y eliminen virus y bacterias– y la medicina cuántica SCIO –que, en palabras de la Fundación Phi, "restablece o neutraliza los patrones de ondas negativas (o sea, pone orden en el caos)"–. Como fuente de financiación de sus actividades, entre otras, la Fundación Phi ofrece a sus asociados, simpatizantes, alumnos (en el futuro) y público en general un completo merchandising, que incluye, entre otros sofisticados productos, tarjetas bioenergéticas (que armonizan y aumentan el nivel de energía), armonizadores electromagnéticos (que neutralizan las radiaciones electromagnéticas nocivas de los móviles y ordenadores) y gafas reticulares-estenopéicas (sic), sea esto lo que sea. El patrón de la cosa es el bilbaíno Félix Balboa Lezáun, que atiende por H. H. Swami Rameshwarananda Giri Maharaj, monje de la orden Advaita Vedanta Sannyasin (Dasanami Sampradaya) y miembro de la Elijah Board of World Religious Leaders [Junta de líderes religiosos mundiales de Elijah], entre cuyos méritos profesionales hace constar que es el "Fundador del Método Phi, Psicoeducador Especialista en D. A. H. y Técnicas de Relajación y Respiración", así, todo con mayúsculas iniciales (y dejándonos con la intriga de qué sea "D. A. H.": ¿director de artimañas horrendas?). Todo recuerda, en fin, a una de esas camarillas yóguicas que predican papillas filosóficas orientales y una espiritualidad de cuchufleta, eficacísimas, empero, para hacer negocios muy occidentales. Lo más preocupante, sin embargo, no es que una organización como esta exista, ni hasta que sea capaz de levantar un hotel e incluso una universidad en una montaña cacereña, sino que los máximos representantes de la comunidad la apoyen y ratifiquen. El presidente Fernández Vara –que es médico– asistió hace un mes a la inauguación del hotel de la Fundación Phi. Y en octubre de 2015 había recibido al swami Félix en Mérida, con memorables resultados: el presidente ha revelado que quedó impresionado: «Cuando se fue del despacho, sentí cosquillas en el estómago; no era capaz de asimilar todo lo que había contado». Entiendo que los gestores públicos estén ansiosos por que se invierta en su comunidad, sobre todo en una tan carente de inversiones como Extremadura, y en una zona tan necesitada como la Sierra de Gata, pero uno preferiría que no le hicieran cosquillas en el estómago los charlatanes seudohinduistas, sino los proyectos racionales, que no insulten la inteligencia de sus conciudadanos, que no vendan tratamientos milagrosos contra las enfermedades ni promuevan fantochadas espiritualistas. Que la Junta de Extremadura no esté en la alianza de comunidades contra la despoblación y sí en esta iniciativa deplorable, es incomprensible.
La Editora Regional de Extremadura ha publicado cinco libros desde mi marcha, el 4 de abril pasado: sendas poesías completas, de Pablo Jiménez y Bartolomé Torres Naharro; las Odas de Miguel Torga; el diario/libro de memorias Espejos invisibles, de María José Chinchilla; y el volumen de ensayo Naturaleza intangible, de Dionisio Romero. Los cinco fueron aprobados y contratados por mí. Y de cuatro de ellos –menos Espejos invisibles– yo, personalmente, corregí pruebas. Sé que han aparecido los libros no porque los haya visto en librerías (aunque, tras año y medio de hercúleos esfuerzos, conseguí que se volviera a licitar el servicio de distribución, se adjudicó a las mismas nefastas distribuidoras que lo tenían asignado), ni porque la ERE haya tenido la cortesía de enviármelos, sino por la información aparecida en su página web y porque algunos amigos, ajenos a la Editora, se han tomado la molestia de mandármelos. No señalo este hecho para afirmar que la ERE esté en el dique seco, ni que mi sucesor me haya relevado con la eficacia de un gato de escayola, sino para reivindicar, objetivamente, la labor realizada durante dos años largos, que, además, y a menos que la actual dirección decida no honrar los compromisos adquiridos, se va a prolongar durante bastante tiempo: los libros aceptados llenaban casi dos años de programación.
La Editora Regional de Extremadura ha publicado cinco libros desde mi marcha, el 4 de abril pasado: sendas poesías completas, de Pablo Jiménez y Bartolomé Torres Naharro; las Odas de Miguel Torga; el diario/libro de memorias Espejos invisibles, de María José Chinchilla; y el volumen de ensayo Naturaleza intangible, de Dionisio Romero. Los cinco fueron aprobados y contratados por mí. Y de cuatro de ellos –menos Espejos invisibles– yo, personalmente, corregí pruebas. Sé que han aparecido los libros no porque los haya visto en librerías (aunque, tras año y medio de hercúleos esfuerzos, conseguí que se volviera a licitar el servicio de distribución, se adjudicó a las mismas nefastas distribuidoras que lo tenían asignado), ni porque la ERE haya tenido la cortesía de enviármelos, sino por la información aparecida en su página web y porque algunos amigos, ajenos a la Editora, se han tomado la molestia de mandármelos. No señalo este hecho para afirmar que la ERE esté en el dique seco, ni que mi sucesor me haya relevado con la eficacia de un gato de escayola, sino para reivindicar, objetivamente, la labor realizada durante dos años largos, que, además, y a menos que la actual dirección decida no honrar los compromisos adquiridos, se va a prolongar durante bastante tiempo: los libros aceptados llenaban casi dos años de programación.
Aberrante y vergonzoso. Y por lo que te toca a ti, ya sabes, la envidia es muy mala.
ResponderEliminarUn abrazo grande.
A lo primero, sin rodeos: hay que vetar a cualquier tipo de pseudosecta y deberían ofrecerse las consecuentes explicaciones sobre por qué el Gobierno de Extremadura se permite el lujo de no ser partícipe del grupo de comunidades en proceso de despoblación.
ResponderEliminarLo segundo... Huele a rabia y malestar. Ya pueden estar programados muchos libros que lo que importa es la calidad. Y siento decirlo pero la calidad de algunos de esos libros publicados en la Editora en su mandato no llegan a un mínimo de calidad exigible para una editorial que aspira(ba) a ser, de nuevo, la mejor editorial institucional/pública del estamos.
Usted habrá dejado mucho trabajo avanzado, habrá mejorado el funcionamiento interno de la Editora y otras mil cosas. Pero la realidad sobre el papel hasta el momento...
Saludos.
Gracias por tu comentario, Xavi. Hacía tiempo que no visitabas el blog con ninguno. Me alegro de que hayas vuelto por aquí. Celebro que estemos de acuerdo en los dos primeros puntos de mi última entrada. Y también celebro, aunque de otro modo, que discrepemos en el tercero. Rabia no hay ninguna en el post, créeme. A mi edad, la rabia, que es muy traidora y consume muchas energías, la reservo para las cosas verdaderamente importantes, que son cada vez menos. Malestar, sí, y parece lógico que así sea: cuando uno dimite de una responsabilidad, es que mucho bienestar no ha encontrado en ella. Y ese malestar perdura, porque perdura mi interés (y me atrevería a decir que también mi cariño) por la ERE, y mi deseo de que recupere la senda adecuada, algo a lo que procuré contribuir durante mis dos años largos de gestión (mejor que mandato; mandar, yo mandaba poco). Dices que lo que importa (en una editorial) es la calidad. Sí, desde luego. Pero también importa que esa calidad llegue al público; de otro modo, no sirve para nada, salvo para cubrir el expediente (y nunca mejor dicho, en este caso) y satisfacer el ego de los autores. Por eso era esencial mejorar la distribución, como me esforcé por conseguir, aunque no lo lograra, por razones que no solo me incumbían a mí. Me consuela poco saber que todas las editoriales públicas sufren idénticas o muy parecidas dificultades (y limitaciones). También dices que “la calidad de algunos de esos libros publicados en la Editora” durante mi gestión “no llegan a un mínimo de calidad exigible”. Me temo que esa afirmación vale para todas las editoriales del mundo. De todas las que tengan un catálogo amplio, y la Editora lo tiene, puede decirse que “algunos de sus libros” no tienen la calidad suficiente. Seguro que a Planeta también puede aplicarse. Y a Hiperión. Y a RBA. Y a Seix Barral. A todas. Es cuestión de opiniones y de lectores. Pero que “algunos de sus libros”, a juicio de algunos de sus lectores, sean malos, no invalida el trabajo ni el proyecto de esa editorial, ni de sus responsables. No obstante, la discusión sería más enriquecedera, y yo entendería mejor tu crítica, si me dijeras cuáles de los cerca de 40 libros publicados durante mi gestión “no llegan a un mínimo de calidad exigible” y, ya puestos, cuál consideras que es “el mínimo de calidad exigible”. Así podríamos debatir no de generalidades o, peor aún, de vaguedades, sino de criterios y decisiones concretos. Por mi parte, puedo asegurar que, respetando el mandato legal al que debía de atenerme –publicar a autores extremeños o de cualquier lugar que escribiesen sobre Extremadura-, he procurado en todo momento elegir las mejores propuestas, los proyectos literaria o documentalmente más válidos, en los muchos géneros que publica la ERE. Acabas tu comentario con un duro “pero la realidad sobre el papel hasta el momento…”, en el que “algunos de los libros” se han convertido ya en una total “realidad sobre el papel”. La única justificación para una descalificación tan grave es que te hayas leído los 40 libros y creas que ninguno alcanza “el mínimo de calidad exigible”, sitúes a este donde lo sitúes. Tú me lo dirás, si quieres. Te mando un saludo muy cordial.
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