En la entrada de ayer de su blog, Álvaro Valverde nos dio una sorpresa (o más bien una tregua): no colgó una reseña de su último poemario, sino una serie de elogiosas consideraciones sobre las últimas publicaciones de la Editora Regional de Extremadura, seis libros aparecidos en los últimos meses. Inicia el post con una asimismo encomiástica valoración de su actual director: "La dirección de la nave es firme, Fran Amaya tiene criterio y, por tanto, sabe hacia dónde navega. No es poco". Que Fran Amaya tiene criterio es algo que ya dijo, también en su blog, hace diez meses, cuando se entrevistó con él en Plasencia, al poco de incorporarse aquel al cargo (http://mayora.blogspot.com/2018/05/feria-del-libro-placentina.html). Entonces lo cubría de parabienes, que en la entrada de ayer ya no son tan abundantes. No obstante, Valverde mantiene su interés en dejar claro que el director de la ERE tiene criterio, con una insistencia, empero, que recuerda a la de VOX en dejar claro que Ciudadanos es de centro izquierda. Pero lleva razón: Amaya tiene criterio: el mío. Y sabe a dónde va, sin duda: al plan de edición que diseñé para 2018 y 2019 y que dejé, cuando dimití, a disposición de mi sucesor y de la Secretaría General de Cultura. De los seis libros de los que habla Valverde, cinco fueron propuestos (Donde meriendan muerte los borrachos, de José Antonio Llera) o aceptados (En el vuelo de la memoria, la antología en homenaje a Campos Pámpano; Los primeros poemas del Diário. Odas, de Miguel Torga; y los dos títulos, de Chamizo y Sánchez Carrón, de la colección "El Pirata"; de hecho, toda la colección "El Pirata", incluyendo una antología del propio Valverde, lo fue) por mí, como podrán adverar sus autores, traductores o antólogos, y su contratación, igualmente impulsada (y hasta concluida en algunos casos) por un servidor. Más aún: todos los libros anteriores a estos que ha publicado la ERE desde mi marcha, en abril de 2018 (Secuencias, de Pablo Jiménez; Poesía completa y teatro escogido, de Bartolomé de Torres Naharro; Naturaleza intangible, de Dionisio Romero; y Espejos invisibles, de María José Chinchilla), fueron igualmente propuestos o aceptados y contratados por mí. Y, si Amaya y los actuales (o futuros) responsables de Cultura de la Junta respetan los compromisos adquiridos, muchos, quizá todos los que se publiquen a lo largo de este mismo año también verán la luz por decisión mía. Curiosamente, Valverde no dice nada de uno de los libros que aparecen en la fotografía con que ilustra el texto, Qué tarde se nos ha hecho. Antología poética, de Antonio Orihuela, con prólogo de Santiago Alba Rico, otro volumen propuesto y contratado por mí, que recoge una muestra muy sustancial del excelente poeta que es Orihuela. Como no quiero atribuir la omisión a cálculo interesado o animadversión personal —actitudes que, por otra parte, Valverde ha demostrado no mantener nunca—, la tendré por un despiste. Valverde también afirma que esos libros de la ERE "llegan a las librerías". La frase hecha con la que el autor de tantos libros memorables se refiere a la aparición de los volúmenes no debe ocultar la realidad: los libros de la ERE, por desgracia, no llegan a las librerías, salvo a unas pocas, poquísimas, como La Puerta de Tannhäuser, que se distinguen por su compromiso con la literatura de calidad. Pese a los esfuerzos que dediqué a este asunto, que se me antoja crucial en el modelo editorial que representa la ERE, no pude o no supe vencer los obstáculos de todo orden que dificultaban atraer a empresas de distribución solventes y asegurar la adjudicación del ineludible concurso público —que se produjo cuando yo ya no era director de la Editora— a la mejor de ellas. Se conoce que la actual dirección tampoco, aunque no se lo reprocho: disponer de una buena distribución es una misión hercúlea para las editoriales públicas. Pero podemos estar tranquilos, porque Valverde sostiene que Amaya "sabe hacia dónde navega", y el destino de esa navegación no puede ser otro que la mejor distribución posible de unos libros que, como también certifica el vate placentino, son magníficos. Esperemos que la singladura, supervisada por esa imparcial atalaya crítica que es Álvaro Valverde, arribe a buen puerto, y también que la próxima vez que este escriba "Alfaguara" lo haga sin diéresis.
Ya te lo he dicho muchas veces, Eduardo: la envidia es muy mala. Pobrecito Don Álvaro, a él también le traiciona el corrector. A ver si se atreve a contestarte. Estaré atenta.
ResponderEliminarUn abrazo grande .
Después de leer lo que aquí explicas, tacho las impresiones negativas y decepcionantes y extraigo estas dos conclusiones alentadoras: que te honra haber trabajado hasta el último día en tu puesto y haber dejado el resultado de ese esfuerzo, por el bien de los autores y de la editora, a disposición de tu sucesor; que a él le honra haber respetado esos acuerdos dando continuidad a los proyectos, en lugar de, como suele ocurrir, criticarlos y hacer tabula rasa de todo ese trabajo serio por esnobismo o afán de notoriedad.
ResponderEliminarDeseo que estos libros naveguen viento en popa a toda vela hasta los más cercanos y lejanos confines libreros, por el empeño que pusiste en ello, por el que imagino que se sigue poniendo y, sobre todo, por los libros.
Un abrazo parcial (y también total, que a ti te mola el oxímoron) desde el humilde fondo del valle.
Gema, da gusto leer tus comentarios. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Buen escáner Eduardo! Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarValiente, sí. Porque al Papamoscas todos le cantan las horas.
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