Que un desconocido camine al mismo paso que tú y no se despegue de tu lado por la acera. Que los envases abrefácil no sean fáciles de abrir. Los hilillos que se despegan del plátano. Descubrir un hueso de aceituna ya chupado en la ensalada. Los niños llorones. Que VOX obtenga 52 diputados en las Cortes. Que alguien ocupe el asiento del metro o el autobús en el que ibas a sentarte tú. Que te cobren diez euros en la tintorería por no haberte quitado las manchas de la ropa. La playa llena de plásticos. La estupidez. Que las cosas siempre se caigan allí donde sea muy difícil cogerlas. Que los pájaros te caguen el coche. Que se acentúe el adverbio solo. Tener que morir. Que, cuando lo llamas, el ascensor esté en el último piso. Que, cuando vas a incorporarte a una vía, el coche que venga por tu carril, si está lejos, venga deprisa, y, si está cerca, venga despacio. Que el Madrid haya ganado trece copas de Europa. El fútbol. No poder destrabar los corchetes del sujetador. Donald Trump. Despegar el plástico de las rodajas de embutido. Un coche aparcado en la acera. No tener preservativos cuando más los necesitas. Las erratas. Que el único periódico que no haya llegado, o que ya se haya agotado, sea el que venías a buscar. Que se derrame el agua de la tetera cuando te sirves el té. Tropezar dos veces en la misma piedra. Tropezar tres veces en la misma piedra. Tropezar cuatro veces en la misma piedra. Que se pegue el huevo frito. Que tu madre no te reconozca. Que el ateo lleve a sus hijos a un colegio católico. Que no haya papel higiénico. Que el nacionalista español acuse de nacionalista al nacionalista catalán. Un mosquito en la habitación. Cayetana Álvarez de Toledo. Que la televisión se estropee cuando van a tirar el penalti. Que la pizza esté fría. No acordarte de dónde has dejado el coche. Tener que pensar si lo que vas a decir puede condenarte a un linchamiento digital. Escribir a alguien y que no te conteste. La navidad. Un orzuelo. Que nadie se acuerde de tu cumpleaños. Que no haya mesa en el restaurante. Que nunca te haya tocado el sueldo para toda la vida de Nescafé. Los agujeros en los calcetines. Pilar Rahola. Que le echen quinoa a la ensalada. El acento pijo. Que los telefonistas y vendedores digan "Mi nombre es...", en lugar de "Me llamo...". La adulación, la descortesía, la injusticia. Que la persona con la que hablas se te acerque mucho. Que a la persona con la que hablas le huela el aliento. Que te digan que la poesía no se entiende. Que haga frío. Que un grifo gotee. Que se dé más cariño a los perros que a las personas. Haber nacido. Que el libro de la biblioteca que has ido a buscar no esté en préstamo. Leer un poema en la boda de unos amigos con la bragueta abierta. Que el cartero traiga siempre los envíos certificados cuando no estás en casa. Las verrugas. Los bancos. Que no te respondan cuando dices "Buenos días". Que las musulmanas se tapen. Marhuenda. Que un amigo al que le has aguantado los monólogos durante veinticinco años te diga que él es más dialogante que tú. La pintada subnormal en la pared limpia. Las frases mal construidas. Que el asiento en el que te sientas en el metro o el autobús esté caliente. La farfulla de los políticos. Las multitudes. El pelo de gato. Que te llame un vendedor de Orange, o de Endesa, o de la Mutua Madrileña, a la hora de la siesta. Que alguien más alto que tú se te siente delante en el cine. Que un perro parecido a un dinosaurio se te eche encima y su dueño diga que no hace nada, que solo quiere jugar. Que el helado se te deshaga. Que te asome un moco por la nariz. Que no haya pestillo en el váter. Que te cancelen el vuelo. Que el más capullo sea el que triunfe. Meter el pie en un charco. No acordarte del nombre de alguien a quien tienes que presentar a otro. Pegar sellos con la lengua. Que le sude la mano a quien se la estrechas. Que te la dé floja. Los polisílabos. Que en las tertulias y los debates políticos todos hablen a la vez. No encontrar las gafas. No encontrar las llaves. No encontrar el móvil. Envejecer. Descubrir que te has dejado la cartera en casa cuando vas a pagar la compra en el supermercado. Salpicarte la pechera de salsa de tomate cuando comes espaguetis. Hablar con alguien que no te mira a los ojos. Que un niño interrumpa la conversación que mantienes con alguien y que tu interlocutor te deje con la palabra en la boca para atender al crío. Los libros tirados en la calle. La unanimidad. Que tu mujer te diga que ya no está enamorada de ti. Las huelgas. Estirarte la ropa y que se rompa. Que el otro tenga razón. Tenerla tú. Que ya no puedas leer sin gafas. Haber olvidado cómo se despeja una ecuación o se resuelve una raíz cuadrada. Que se te mueran las plantas. Que el peluquero hable de política. Que los políticos hablen de política. Que ya nadie diga "oír", sino todos "escuchar". Que el bolígrafo con el que vas a apuntar una información importantísima no tenga tinta. Que no te quepan los pantalones que te iban bien la temporada pasada. Que se hayan terminado los cruasanes. Que se corte la comunicación justo cuando le acabas de explicar al telefonista el largo y complejo problema por el que has llamado. Que se mastique con la boca abierta. Que se chupe el cuchillo. Que tu madre te llame a las tres de la mañana para decirte que se ha caído en casa. Oír el piano de los vecinos. Pisar una mierda de perro. La superioridad moral con la que se expresan los más idiotas. No poder dormir. Que no haya entradas. La Agencia Tributaria. Que escritores e intelectuales a los que has admirado voten a Ciudadanos, y hasta vayan en sus listas. La brevedad de la vida. Que echen poca carne al estofado y menos vino en el vaso. Que se crea en Dios. Que se alegue con orgullo ser supersincero y decir siempre lo que se piensa. Que llamen a la puerta cuando estás en calzoncillos. Que la fruta parezca lozana y esté podrida. Los privilegios de que disfruta la Iglesia. Que los conductores no paren en los pasos de peatones. Que se fume en las terrazas. Que la piel se afloje y los testículos se distiendan. Que los anuncios de la Coca-Cola sean tan buenos. Que el agua de la ducha salga helada cuando la has puesto caliente o ardiendo cuando la has puesto fría. Pisar a quien baila contigo. Que te pise quien baila contigo. Una mancha de aceite en un libro. Que el único clavo que te falta en la caja de herramientas sea el que necesitas para colgar ese cuadro. Los Morancos. Los curas pederastas. Que no te incluyan en las antologías. Que el que se sienta a tu lado ocupe el reposabrazos antes que tú. Que te toque ser presidente de la comunidad de vecinos. Que se te empañen las gafas. Que no se comprenda la ironía. Los pistachos vacíos. Que alguien a quien detestas, sea inteligente, o guapo, o rico. Que no te sirvan tapa con la cerveza. Que el agujero pequeño de la ropa se haga grande. Los peajes. Que quien te considera el amor de su vida no haga nada por estar contigo. Las jugadas tontas en el ajedrez. La Comic Sans. Que pidas la carne muy hecha en el restaurante y te la sirvan cruda. Que se acabe el plazo de alquiler del nicho en el que está enterrado tu padre. No acertar cuando tiras algo a la papelera. El estruendo de las motos. La reacción de la jauría a los artículos de Javier Marías. Que te deslumbren las luces largas. Los gritos. Los lazos amarillos en las oficinas de la Generalitat. Que te duelan siempre los pies. Las multas. Hacer al amor con alguien a quien no amas. La música ensordecedora con la que algunos circulan, con la ventanilla bajada. Que el editor te diga que no. Los que, en el autobús, el metro o el tren, no dejan de hablar por el móvil. Carles Puigdemont. Un verso mal medido. Hacer cola.
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