Acaba de aparecer, en la editorial Eolas, dirigida por Héctor Escobar en León, Diarios de viaje (2016-2019), que reúne las crónicas que he escrito sobre diversos viajes que he hecho entre esas fechas: a Quito, Serbia, Chipre, Niza y la República Dominicana. El libro también recoge las sucesivas entradas colgadas en este blog sobre las visitas que hice a Mánchester, entre marzo de 2018 y julio de 2019, por una razón familiar: la que entonces era mi mujer vivía allí, y otra en la que cuento una esforzada excursión en bicicleta por Extremadura. Todas estas crónicas, salvo el divertimento extremeño y el relato mancuniano —que conforma una suerte de diario dentro del Diario—, y que ya han visto la luz en Corónicas de Españia, son inéditas. Es mi tercera entrega de un libro de viajes, tras La pasión de escribil, que apareció en La Isla de Siltolá en 2013, y El mundo es ancho y diverso, que lo hizo en Baile del Sol en 2018. Todos son fruto de mi sustancial acuerdo con una frase de Michel Le Bris que cito como epígrafe en Diarios de viaje: "¿Qué sería del viaje sin un libro que avive su llama y prolongue su huella?". Escribir sobre lo que hemos visto —y sido— no es sino otra forma de luchar contra el olvido: contra la muerte. Tan infructuosa como todas las demás, pero algo más placentera quizá: para el escritor y espero que también para el lector.
Este es el texto que escribí para la contracubierta del libro:
Que las puestas de sol sean diferentes. Dormir mal, pero que no importe. Prepararlo todo minuciosamente para que luego todo salga distinto. Estudiar mapas. Caminar. Que el enchufe que te has llevado no sea el adecuado. Aprender a oler. Oír ruidos diferentes. Rehuir a los compatriotas. Buscar a los compatriotas. Ir a Altaïr a comprar una guía. Seguir caminando. No entender nada. Refrenar la tentación de compararlo todo con casa. Cambiar moneda. Que duelan los pies. Hacer cola. Que te pidan propina. Visitar museos. Caminar. No saber qué dice la carta en los restaurantes. Comprar sándwiches en el supermercado y comértelos en un banco. Quedarte dormido en los parques. Admirar lo grande, lo pequeño, lo distinto, lo mismo. Perderse en las calles. Que te timen en los cafés, que te timen los taxistas, que te timen con la cuenta del minibar o el teléfono del hotel, que te timen. Visitar parques nacionales. Que te hayas dejado justo eso que necesitas. No dejar de caminar. Llevar siempre el pasaporte encima. Que te pierdan la maleta en el aeropuerto. Advertir cómo viste la gente, cómo se mueve, qué zapatos usa. No saber en qué parada has de bajarte. Aprender a decir «hola», «gracias» y «adiós». Darte cuenta de que los seres humanos son los mismos en todas partes. Sobrevivir. Descubrir que ni tu dolor ni tu felicidad cambian por el solo hecho de cambiar de lugar. Sorprenderte por lo caro o lo barato que es todo. Hacer fotos. Que se te enciendan los ojos. Ser otro, sin dejar de ser tú. Comprar botellines de agua y bebértelos mientras caminas. Buscar un restaurante con espectáculo para cenar. Buscar lugares con wifi. Respirar más hondo. Usar medios de transporte que jamás habías utilizado (ni pensado que utilizarías). Que la maleta se llene de ropa sucia. Que el tiempo no pase a la misma velocidad. Desear volver. Desear quedarte. Viajar.
Formato: Libro físicoAutor: Eduardo Moga
Editorial: Eolas Ediciones
Categoría: Literatura
Año: 2021
Idioma: Español
N° páginas: 388
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 978-84-18718-03-8
Precio: 22 euros
Todo un placer para el lector, sin duda alguna.
ResponderEliminarEnhorabuena, Eduardo.
Besos