jueves, 12 de agosto de 2021

El placer de viajar a los Estados Unidos

Viajar a los Estados Unidos nunca ha sido fácil. Que se lo digan a los espaldas mojadas o las legiones de centroamericanos que se dejan la vida en las carreteras, la frontera y el desierto para entrar. Pero tampoco lo ha sido para los turistas o los visitantes ocasionales. El viaje es largo y la burocracia, grande. De las varias ocasiones en que he estado en el país —desde que viví en Atlanta siendo un mozalbete—, recuerdo la multitud de papeles y, sobre todo, la dureza de las formas. El trato de la policía y los agentes de aduana, que nunca ha sido amable en ningún aeropuerto del mundo, se convertía en los de los Estados Unidos en una experiencia muy desagradable. Años ha, el acceso a los puestos de control quedaba delimitado por una franja amarilla en el suelo. Tras ella esperabas, pacientemente, a que te tocara el turno para enseñar el pasaporte y el visado, que entonces era necesario. Y pobre de ti si, inadvertido, pisabas o siquiera rozabas con la punta del zapato aquella línea amarilla. Alguno de los muchos guardias que patrullaban la zona, o varios a la vez, se te acercaban, veloces como si acabaran de descubrir al asesino de Kennedy, y te llenaban la oreja de gritos: "Step back! Do no toe the line!" (''¡Atrás! ¡No pise la línea!'). Solo les faltaba añadir lo que indudablemente estaban pensando: "You idiot!" (esto no necesita traducción). La línea amarilla, metáfora del respeto anglosajón por la norma, que se aplica taxativa y a menudo inicuamente, era intangible. La línea amarilla era sagrada. Es solo un detalle, pero muy significativo del ambiente general que se respiraba en los aeródromos y otros puntos fronterizos de la gran nación americana: controles constantes, registros exhaustivos, examen minucioso de los documentos, escáneres corporales, colas ineludibles e interminables. La estatua de la Libertad iluminaba, con su promesa de una tierra de oportunidades, el finísimo cedazo que aseguraba que no se colase ningún indeseable en the land of the free and the home of the brave ('la tierra de los libres y el hogar de los valientes'). No sé cómo estará hoy el asunto de la línea amarilla (hace muchos años que no voy a la que considero una de mis patrias), pero sí sé que, con el 11-S y, ahora, el coronavirus, las cosas se han puesto mucho más difíciles todavía. Hoy, a los españoles ya no nos hace falta el visado para entrar, pero sí necesitamos, además del pasaporte en vigor, un ESTA, es decir, un Electronic System for Travel Authorization, una autorización digital para viajar a los EE. UU., que cuesta, además de un buen rato rellenando el formulario correspondiente, diez euritos de nada. Pero la pandemia ha hecho que a estas trabas, resolubles, se haya sumado una casi irresoluble: el decreto presidencial —de Biden— que impide la entrada en el país a los ciudadanos del espacio Schengen, como los españoles, y a muchos otros del mundo en los que se considera que el virus campa a sus anchas (no como en los Estados Unidos, donde está muy controlado, dónde va a parar). Pero el decreto en cuestión —presidential proclamation, en inglés: me encanta este nombre, mucho más augusto que nuestro plebeyo decreto— tiene excepciones. En América, como en todas partes, hecha la ley, hecha la trampa. Aunque son excepciones durísimas, y para las que uno no cuenta con ninguna ayuda personal, es decir, ningún ser humano responde al teléfono en los consulados y embajadas para aclarar cuestiones sobre esas salvedades: uno se tiene que pelear con Internet, y apañárselas solo, para conseguir lo que desea: en mi caso, ir a Nueva York. Resulta que me han invitado a participar en un festival de poesía: The Americas Poetry Festival, un reconocido encuentro literario que este año celebrará la octava edición, y, la verdad, me gustaría asistir, con coronavirus y todo. Pero para hacerlo necesito justificar que constituyo una de las salvedades previstas en la proclamación anticoronavírica, una nada menos que national interest exception (NIE: 'excepciones por interés nacional'). Y eso tiene mucho intríngulis. Porque las excepciones recaen en personas que viajen para prestar apoyo vital o dirección ejecutiva a infraestructuras esenciales o a una actividad económica importante en los Estados Unidos, o por razones de seguridad nacional, salud pública o carácter humanitario; y los periodistas (estos, por el solo hecho de serlo; la libertad de prensa es aún más sagrada en los Estados Unidos que la línea amarilla de los aeropuertos). Y, hombre, no sé yo si un humilde poeta que ha sido invitado a leer poemas y participar en alguna mesa redonda sobre poesía va a contribuir significativamente a la economía de los Estados Unidos o tener una influencia decisiva en cualquiera de sus sectores estratégicos, aunque, pienso también, la poesía —y la cultura— deberían ser siempre un sector estratégico de las sociedades. De modo que, en esta tesitura, me lanzo a obtener el ESTA y solicitar, a continuación, la NIE correspondiente (aunque no sé si es realmente lo que debo hacer, porque nadie me lo aclara; para el nebuloso concepto de scholars o academic, en los que quizá podría encajar un poeta, existe, al parecer, un enigmático visado J, que en ningún lado que haya encontrado se especifica cómo obtener). De momento, he conseguido que la embajada norteamericana haya acusado recibo de mi solicitud y me haya mandado un cuestionario al que debo responder obligatoria y verazmente (en los Estados Unidos, mentir es un crimen, por lo menos si quienes mienten son las personas normales; si lo hace el presidente, como Trump, no tiene tanta importancia). Así que me pongo a ello. Estas son las preguntas y mis respuestas:

PREGUNTA: Para determinar si el viaje que propone constituye un apoyo vital para un sector de infraestructuras esenciales, describa las actividades específicas que piensa realizar durante este viaje e indique el cargo que ocupa.

RESPUESTA: He sido invitado, como poeta y académico [esto lo puse a ver si reblandezco la excepción del scholar o me indican cómo acogerme a ella], al Festival de Poesía de las Américas de Nueva York 2021. Por lo tanto, participaré, como tal, en dos lecturas de poesía y en una mesa redonda sobre temas relacionados con la poesía contemporánea. También expondré mis libros en el Festival.

P.: Por favor, indique en qué sector esencial se inscribe su actividad según https://www.cisa.gov/critical-infrastructure-sectors [y aquí se enumeran todos los que hay, desde el sector químico hasta el de la defensa o el nuclear]. ¿Cuántos puestos de trabajo en Estados Unidos dependen del resultado del viaje que propone?

R.: Ninguno, supongo, según la clasificación indicada, aunque estoy seguro de que la poesía (y la cultura) son, o deberían ser, una actividad esencial en el mundo contemporáneo. Ningún puesto de trabajo, que yo sepa, depende del resultado de este viaje, aunque los puestos de trabajo de los organizadores del evento también dependen de la realización de actividades como esta.

P.: Describa por qué NO [sic] se podría conseguir el mismo resultado a distancia, sin viajar.

R.: La poesía, aunque sea escrita, es, en su raíz, una actividad oral. La presencia física, cuando se lee en voz alta, realza su significado y efecto. Se vuelve mucho más poderosa cuando no hay pantallas u otros obstáculos entre el lector y el oyente. Asimismo, las ideas que despierta la poesía ganan fluidez y penetración cuando no hay intermediarios de ningún tipo.

P.: Describa brevemente las actividades de la empresa/mercado.

R.: Quienes me han invitado no son una empresa que desarrolle sus actividades en el mercado. Son, en su mayoría, profesores universitarios y escritores que se reúnen anualmente para organizar un encuentro literario relevante, que viene celebrándose en Nueva York desde 2014. Este año varias instituciones culturales destacadas de la ciudad (y del país) acogerán las actividades del Festival: el City College de Nueva York, el Instituto Cervantes, la Asociación Lugar de Nacimiento de Walt Whitman y el Consulado General y Centro de Promoción de la República Argentina en Nueva York.

P.: Detalle sus planes de viaje, incluyendo fechas, rutas, días de reunión y contactos para las mismas. El viaje debe realizarse dentro un plazo mínimo de 30 días. El viaje dentro de los próximos 30 días podría no ser posible, ya que las NIEs pueden tardar hasta 30 días en ser procesadas. Por favor, NO programe ningún vuelo hasta que le autoricemos, o podrían cancelarle su permiso ESTA.

R.: Viajaría a Nueva York desde Madrid o Barcelona el 12 de octubre y volaría de vuelta a España el 17 de octubre. Todas las actividades del Festival se llevarán a cabo en la ciudad de Nueva York, aunque los organizadores aún no han señalado en cuál de ellas participará cada poeta. El hotel donde nos alojaremos todos es el L. Hotel. Mis contactos para la reunión son C. A., director del Festival, Y. S., organizadora, y C. V., organizador. [Velo aquí los nombres por discreción elemental; en mi respuesta al formulario, indicaba sus nombres y apellidos, y hasta el color de sus ojos].

P.: Le rogamos que exponga sus planes para cumplir todos los requisitos del CDC [Center for Disease Control: Centro para el Control de Enfermedades] para los viajes internacionales a su llegada a los Estados Unidos.

R.: Cumpliré con todas las normas que me sean aplicables como visitante de los Estados Unidos. Ya estoy totalmente vacunado (desde marzo de 2021) y puedo acreditarlo. Me someteré a una prueba durante los tres días antes del viaje y después de llegar a los Estados Unidos, y mostraré mis resultados negativos siempre que se me requiera.

P.: ¿Es usted cónyuge de un ciudadano estadounidense o un residente legal? ¿O es padre/hermano de un ciudadano estadounidense/PRL soltero menor de 21 años? En caso afirmativo, incluya los documentos que lo demuestren (certificado de matrimonio, certificado de nacimiento, etc.)

R.: No.

P.: Si usted no es el solicitante, o un familiar directo, por favor indique el correo electrónico del solicitante o un G-28 firmado en formato .pdf

R.: Yo soy el solicitante.

A ver si hay suertecilla.

2 comentarios:

  1. De nuevo, como la entrada de hace días, kafkiano total. La verdad es que, mientras te leo, paso un buen rato; pero el fondo de todas estas situaciones policiales es... ¿triste, lamentable, inhumano, deshumano...? En fin, mucha suerte, Eduardo, y que la salud no aminore mucho entre tanto (absurdo) recoveco.

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    1. Gracias, José Miguel, por tu mensaje. La verdad es que el coronavirus ha radicalizado en todas partes muchos absurdos. Y la digitalización universal que ha impuesto ha deshumanizado aún más las relaciones con el poder (si es que con estas habían sido alguna vez humanas) y con el prójimo. Un gran abrazo.

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