martes, 17 de agosto de 2021

El vacío que soy

A veces es imposible doblegar la voluntad de las personas. Si está animada por una necesidad largamente insatisfecha o una convicción arraigada en lo más hondo de la psique, la voluntad es una fuerza poderosísima. No la minan los reclamos del amor —de lo que esas personas entienden por amor, aunque solo sea una necedad consoladora—, ni los muy urgentes del deseo, ni la previsión de un futuro feliz o, por lo menos, benigno. Algunos son especialmente feroces en la infrangibilidad de su voluntad: los fanáticos de toda laya son los mejores expertos en imponer sus designios. Pero también las personas dizque normales pueden ser rocas inconmovibles, seres pétreos cuya visión de sí mismos —cuya autoestima— depende de esa dureza artificiosa, de esa rigidez con la que, creyendo justificarse, se flagelan y flagelan a los demás. Para mayor sufrimiento, algunos envuelven esa inflexibilidad en gestos de asentimiento, en oropeles de cariño, incluso en manifestaciones de amor, que les sirven para dulcificarlas y, a sus ojos, hacerlas tolerables. Pero esa aparente simpatía no es solo una contradicción irresoluble y una estrategia perversa, sino, sobre todo, un acto de crueldad. Una crueldad de la que a menudo no son conscientes, porque el propio fuego granítico que los anima, los ciega. 

Pero también hay quienes creen que, con su mero yo, sostenido por la tramoya del encanto y la cordialidad, pueden conseguir lo que desean, más aún, lo que se les debe, sin reparar en que, bajo el lenguaje burbujeante y un ingenio acaso seductor, solo hay un gran vacío, una nada habitada por espasmos y sombras. Su ansiedad solo conduce a la exacerbación de la ansiedad. Equivocadamente, creen merecer más de lo que reciben, desconociendo que el mérito y la retribución no solo no forman parte de las leyes de la sociedad, sino que tampoco forman parte de las leyes de la vida. Equivocadamente también, continúan aspirando a lo que los otros puedan darles, sin caer en la cuenta de que dar es un verbo intransitivo, de que el único regalo que podemos recibir, y que contribuirá a la pacificación de la nada que nos constituye, es la aceptación de que estamos solos, de que hemos fracasado, de que los demás nunca se avienen, en nuestra noche, en nuestro naufragio, a lo que deseamos, ni tienen por qué. El engaño que somos se deshace en mil pedazos cuando choca con alguien que no cede. Entonces nos quedamos mirando nuestro propio agujero como nos asomaríamos a una sima que siempre ha estado ahí, pero que solo ahora nos ha sido revelada. Una sima en la que nunca ocurre nada, salvo un frío aturdidor; en la que nuestra imagen se despeña como un lastre que arrojáramos para ganar altura, pero que siempre acaba volviendo a nosotros, como una mano que surgiera del fondo para arrastrarnos al fondo; una sima que apenas cruzan luciérnagas.

Escucho la hermosa sinfonía núm. 2 en do mayor de Fortunato Chelleri y veo a las hojas de los plátanos, delante de mi estudio, menearse apenas con una brisa cristalina. El teléfono está a mi lado, muerto. Es 17 de agosto y me digo que hoy empieza una nueva vida, que hoy ha de empezar una nueva vida, si no quiero que la soledad y la angustia me deshagan las entretelas. Me lo he dicho, no obstante, muchas veces, y nunca he conseguido empezar nada; a lo sumo, seguir arrastrándome entre las ruinas del pasado, como una lagartija extraviada. (Hoy he soñado, por cierto, que un lagarto enorme entraba en casa y saltaba de mueble en mueble hasta perderse en un rincón en el que no he querido mirar). No veo por qué hoy tendría que ser diferente. Aunque, a lo mejor, encontrar otra vez un lugar en el mundo signifique reconocer la propia falsía y la propia vulnerabilidad; aceptar que el silencio es la mejor manera de respirar. A lo mejor debería abrazar el hueco que soy, hacerme amigo del precipicio, caminar con él. 

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho como escribes Hay pocos blogs como el tuyo frontal y claro Te dejo mis huellas por si quieres seguir mis pasos Un saludo y mis respetos pot Ud señor

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  2. Encontrar un lugar en el mundo, en este mundo donde poco cabe un atisbo de esperanza. Días borrosos.
    Un mundo vacío que llenamos de lecturas y buenos amigos.¿Realmente estamos?.Puede que el lagarto sea la realidad y todo lo demás no exista.

    Escribes como nadie, Eduardo.

    Cuando nos veamos, si quieres, buscamos a ese lagarto.

    Un beso lleno de amor y admiración.

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