domingo, 24 de julio de 2022

Cosas que se han dicho sobre Tú no morirás

Christian T. Arjona, poeta, editor, pintor y traductor (y muchas cosas más: su mejor definición sería hombre del Renacimiento), ha hecho la lectura de Tú no morirás que transcribo, y la ha publicado, el 23 de julio de 2022, con el título de «El oro en la grieta. Sobre Tú no morirás (2021), de Eduardo Moga», en la revista digital de cultura Vallejo & Co.: https://www.vallejoandcompany.com/sobre-tu-no-moriras-2021-de-eduardo-moga/. Esta reseña es ampliación y reelaboración de la que ya publicara en la revista Quimera (nº 458, febrero de 2020, p. 61), con el título de «Desaparición y resurgimiento», sobre el mismo poemario.


El kintsugi o carpintería de oro es una antigua técnica japonesa que consiste en reparar artísticamente piezas de cerámica quebradas, repujando con una resina dorada el relámpago de las grietas. Como en todas las artes de origen nipón —ya sea el haiku, el ikebana, el origami, el wabi-sabi o tantas otras— su desarrollo es indisociable de un fondo filosófico o existencial. En el caso del kintsugi, la reparación en oro de los objetos rotos responde a la consciencia de que las quiebras y sus restañaduras forman parte de la vida de esas piezas —y de nuestra vida, en general— y que por tanto deben manifestarse, transformadas y embellecidas, en lugar de ser ocultadas. Esta primorosa restauración da como fruto unas obras nuevas, redivivas, fascinantes, que ya no necesitan remitirse a la figura original y que a menudo resultan estéticamente más valiosas que esta: se transforman en piezas únicas. Y el efecto en la persona que trabaja paciente y creativamente en esta sanación (estética o vital) —así como en las que contemplan su producto— es, necesariamente, catártico.

A mi juicio, el presente libro de poemas de Eduardo Moga, Tú no morirás, es un caso muy singular de kintsugi literario, poético. En él se ordenan las emociones y los recuerdos que una escisión sentimental había cuarteado y disgregado, y se reúnen de nuevo en forma de poemas, usando la laca urushi de una profunda sensibilidad humana y artística. En él fulguran, miniadas, sus bifurcadas cicatrices: el contorno de las soledades y las resquebrajaduras; todas ellas bellamente caligrafiadas con el finísimo pincel makizutsu de una escritura iluminada, táctil, precisa.

Sus poemas —libres de excesivas monturas métricas pero muy fieles a la forma y al ritmo que reclama cada herida o deseo— revelan en su centro el resplandor de esas grietas; y sus versos anfractuosos —quebrantos y requiebros— describen la silueta de luz, afirmada en su fragilidad, de una persona amada y ausente.

Ella —el perímetro de su desaparición— es la protagonista y destinataria de todos los poemas, el amado pronombre lacerante, el «tú» de Tú no morirás. Y a ella ofrece el autor este libro como una meditación y una oblación de palabras y latidos. Todo él, pues, puede leerse también como un largo envoy dirigido a este tú que se aleja, que se desvanece.

Eduardo Moga acrisola aquí técnicas y metros, sonidos y mimbres, con los que había tejido sus obras anteriores. Y el fruto de esta nueva síntesis autopoiética es un organismo literario inédito: un libro polimorfo de canto emocionado y desgarrador. Del sueño profundo del amor, entre tinieblas, aflora un grito incontrolable, un espasmo mioclónico que sacude el silencio y, una vez despierto sobre la página, ordena sus miedos y sus anhelos, se arquitraba, se deletrea —«escribo para arrancarte del silencio que eres».

Un soneto inicial —bello como la letra capitular de un beato— y doce poemas distintos para concertar un mismo grito, para resarcir una misma ruptura. Prosa poética del I y el V, desgranando la ausencia —«las dentelladas del no ser»—; y prosa carnal del III, que retoma la escritura matérica de Unánime fuego (1999). Verso anafórico y surreal del II, sobre los ángeles. Versos largos y truncados del IV, diseccionando las entrañas del Yo, el pronombre doliente, el «caparazón de sombras». Endecasílabos del VI, que consiguen, alquímicos, trocar en oro el metal pesado de la tristeza —«que obre el prodigio de los labios y la resurrección». Prosa troquelada, parentética, interpelante, del VII. Versos interrogativos del VIII, sinuosamente alejandrinos —como en La luz oída (1996)—. Párrafos acerados y tenebristas del IX, que resuenan con los de El corazón, la nada (1999). Proposiciones poéticas del X, numeradas al modo de la Ética de Spinoza o del Tractatus de Wittgenstein. Escritura fluvial del XI, sin diques de puntuación. Y recreaciones biográficas e históricas connotativas del XII, que también habían aparecido en Insumisión (2013).

Estructuras, doradas costuras, andamios para (re)construir un cuerpo y un alma en el hueco que han dejado: como el vino adopta la forma del ánfora. Muros y tierra para levantar, en el erial de la nada, «un reino en el que no haya muerte», en el que no se consume la desaparición, en el que el vacío engendre.

La paradoja unitiva, cohesionadora de los opuestos, sirve a Moga como un fecundo yinyang para vencer en dos frentes: el poético, en tanto que es una figura clave de su escritura, con la que forja cientos de imágenes; y el espiritual, en el que consigue desafiar el áspero silencio del no-ser con la sonora creación de un ser nuevo (el poema).

Todas las etapas del kintsugi recorren este libro. Primero el accidente, la fractura que origina la escritura —«me sujeto a ese deshacerse»— y la recuperación de los fragmentos —la «mutilación que agrega»—; después el armado de los trozos y la espera —«la disgregación que te construye»—, la delicadeza en el pulir y ensamblar palabras; luego la reparación minuciosa y alumbrada de los agrietamientos —los versos, las estrofas, los poemas, la composición—; y finalmente, la revelación de la obra renacida —el libro de papel terrenal, amable al tacto: esta magnífica edición que nos brinda su lectura.

Tú no morirás es una nueva muestra luminosa de la poesía visionaria e incomparable de Eduardo Moga. Alta poesía y abisal al mismo tiempo que, lejos de distanciarnos con su intrincada contextura, alumbra con más intensa luz su duelo y su esperanza, su anhelo y su desamparo; y nos conmueve y enseña a reescribir nuestro propio dolor.


Otras reseñas han visto la luz sobre el poemario. Las indico a continuación, por orden alfabético de sus autores (con la esperanza de no haberme olvidado ninguna), para los posibles interesados en su lectura, con mi sincero agradecimiento a quienes las firman. 


Jesús Aguado: https://elciervo.es/criticas/tu-no-moriras/ (El Ciervo, nº 789, septiembre-octubre 2021)

Carlos Alcorta: https://carlosalcorta.wordpress.com/2021/09/21/eduardo-moga-tu-no-moriras/

Jorge de Arco: Piedra del Molino, nº 34-35, otoño 2021, p. 50.

Gema Borrachero: https://cuadernoshispanoamericanos.com/tu-no-moriras-poesia-a-tumba-abierta/ («Tú no morirás. Poesía a tumba abierta», Cuadernos Hispanoamericanos, nº 864, junio de 2022)

Juan Luis Calbarro: https://elcuadernodigital.com/2022/06/23/perduracion/

Jordi Doce: http://jordidoce.blogspot.com/2022/02/contra-la-muerte.html («Poesía para rebelarse contra la muerte», La Lectura de El Mundo, 4 de febrero de 2022)

Enrique García Fuentes: «Arrebato», Hoy, 6 de noviembre de 2021

Jochy Herrera: https://hoy.com.do/perecer-en-el-amor-porque-amandote-yo-soy-el-afortunado/

Mario Martín Gijón: 
https://www.elperiodicoextremadura.com/opinion/2021/09/25/elegia-merida-57644478.html («Elogio en Mérida», El Periódico de Extremadura, 25 de septiembre de 2021)

Javier Pérez Walias: «Epifanía lírica», Turia, nº 141-142, marzo-mayo 2022, pp. 522-524

J. Jorge Sánchez: https://jjorgesanchez.blogspot.com/2021/06/retorno-la-poesia-moga.html

Simón Viola: http://simonviola.blogspot.com/2021/05/tu-no-moriras.html

8 comentarios:

  1. Y la mía, amigo Eduardo, aunque breve y ya con casi un año de antigüedad:
    https://www.elperiodicoextremadura.com/opinion/2021/09/25/elegia-merida-57644478.html

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    1. Tienes razón, querido Mario. Tenía miedo de olvidarme alguna, como decía en la propia entrada, y, efectivamente, me he olvidado de la que tan amablemente publicaste en "El Periódico de Extremadura" en septiembre de 2021. (Recuerdo ahora, además, que la leí con placer mientras desayunaba en un bar de Cáceres: fue una excelente forma de empezar el día...). Mi perspicacia no conoce límites. Siento mucho el despiste, que corrijo ya en la entrada. Espero que sepas perdonármelo. Un abrazo desazonado.

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    2. No hay nada que perdonar, amigo Eduardo. Recuerdo que esa reseña se publicó muy poco después de que nos viéramos in person en Cáceres. Te escribo más por extenso pronto vía mail, y te envío de momento un gran abrazo desdesazonador.

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  2. Enhorabuena por las críticas tan elogiosas.Un saludo.

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  3. Esta segunda lectura de Aronja, es una verdadera maravilla. Introducir, como comparación, la tectónica de El Kintsugui, es una verdadera genialidad.
    Cómo lo he disfrutado, Eduardo.

    Enhorabuena, mi queridísimo amigo.

    No merece menos este libro.

    Besos.

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    1. ¡Por Dios ! Estoy cada día peor de mi dislexia. Es Arjona. Gracias por tu infinita paciencia conmigo.

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  4. Corrijo: Técnica.
    ¡Cómo lo he disfrutado!

    Perdón. Ya me conoces.🤭🤭🤭🤭🤭🤭

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