miércoles, 3 de abril de 2019

Yo soy el Poema de la Tierra

El bicentenario de Walt Whitman —nacido el 31 de mayo de 1819— sigue deparando novedades editoriales. Tras la antología Canto de mí mismo y otros poemas, aparecida hace poco en Galaxia Gutenberg, ve ahora la luz Yo soy el Poema de la Tierra, publicado en la colección, de whitmaniano título, "Hojas en la hierba", de la madrileña editorial RELEE. Se trata de una colección específicamente dedicada a los orígenes del ecologismo, en la que ya han aparecido títulos capitales de John Muir, Henry David Thoreau y Ralph Waldo Emerson, inspirador, por cierto, de la poesía de Walt Whitman. Yo soy el Poema de la Tierra recoge 47 poemas de Hojas de hierba que prestan una atención singular a la naturaleza. En realidad, toda la obra de Whitman presta atención a la naturaleza —la naturaleza es uno de sus asuntos capitales—, pero los poemas seleccionados en este volumen lo hacen de una manera exhaustiva y, a menudo, exclusiva. En ellos puede apreciarse tanto la inmersión a pulmón que hace Whitman en los paisajes del Nuevo Mundo —que incluyen los campos y la ciudad: aquella Nueva York populosa y turbulenta que no dejaba de crecer— como su concepción renovadora de la naturaleza. Frente a la visión que la literatura había mantenido tradicionalmente, en la que era el escenario de las tribulaciones de los héroes, una tramoya embellecedora que enmarcaba sus hazañas o desengaños, sin sustancia ni entidad propia, como resultaba evidente en buena parte de la poesía isabelina y después romántica y victoriana, cuyos practicantes acudían a la naturaleza en busca de tropos que aureolasen los sentimientos y acciones que deseaban subrayar, y jugueteaban con golondrinas, libélulas y mariposas, Whitman la libera de su condición ancilar y le otorga la cualidad de ser, de realidad singular y palpitante, coprotagonista —y suscitadora— de la aventura vital y las turbulencias espirituales del hombre. Whitman abomina de la naturaleza petrificada y ornamental que advierte en otros autores y, en general, en la lírica convencional; una naturaleza que considera artificial y estreñida. La naturaleza ha de presentarse —ha de encarnar— en los poemas «sin freno, con su energía primigenia», como dice en el poema 2 de «Canto de mí mismo»: con la plenitud inmanente de que está dotada. Y también con ubicuidad, porque la naturaleza está en todas partes, habla en todas partes. Esta visión supone un avance sustancial en la concepción de la naturaleza y, en buena medida, en la conciencia ecológica contemporánea: la naturaleza adquiere una condición autónoma, existe per se, no como mero decorado o atrezo de los avatares del hombre. Animales y plantas, ríos y mares, nubes y planetas, cobran consistencia, perfiles, personalidad: se elevan de la continuidad indiferenciada de lo subyugado o desatendido. Es un paso fundamental para llegar al ecologismo actual, que reconoce la singularidad, objetiva y protegible, desvinculada de las necesidades humanas, de todo lo existente. Es un paso decisivo, ciertamente, pero no absoluto: Whitman sigue siendo hijo de su época. Respiraba, pues, la cultura, el espíritu de esa época, como respiramos todos el oxígeno que nos rodea. Podía introducir fracturas en ese mundo, podía zarandearlo y obligarlo a preguntarse por sí mismo, por sus prejuicios y fronteras, pero no podía quebrantarlo, al menos más allá de cierto punto. Si Aristóteles, el fundador del pensamiento occidental, estaba a favor de la esclavitud, y Bartolomé de las Casas abogaba por la liberación de los indios, pero no protestaba por el sometimiento de los negros, y Cervantes comprendía, aunque lamentase, que se expulsara a judíos y moriscos, Whitman reconocía a la naturaleza, y la exaltaba, pero todavía no como a otro, con alteridad plena, independiente de nuestro destino, sino como realidad en la que se proyectaba el yo, habitada por el yo, en última instancia, al servicio del yo; un yo tanto individual —el del poeta, el de cualquier persona individualmente considerada— como social. Este conflicto subyace en todo Hojas de hierba —y, con especial contundencia, en este Yo soy el Poema de la Tierra— y lo dota de una energía, de un desgarro o paradoja equiparable a las otras dicotomías que informan la obra de Whitman: el yo y el nosotros, el amor y la muerte, el cuerpo y el alma. Yo soy el Poema de la Tierra —cuyo título proviene de un verso de "La voz de la lluvia" cuenta con un prólogo de Manuel Rivas y un estudio introductorio mío, "Cada hoja es un milagro: la naturaleza en Walt Whitman", con el que abordo las cuestiones esbozadas en estas líneas. Ese estudio responde a una constatación: no había, en la literatura española, hasta donde pude averiguar, ningún estudio o aproximación a la visión de la naturaleza de Whitman, frente a la abundancia de trabajos sobre esta cuestión que hay en la literatura angloamericana. Con él he querido remediar, en la medida de mis fuerzas, esa carencia e iniciar el camino de reflexión que merece la poderosa y contradictoria poesía del norteamericano.

Reproduzco a continuación el poema 31 del "Canto de mí mismo", incluido en el libro:

Creo que una hoja de hierba no es menor que el camino
       recorrido por las estrellas,
y que la hormiga es asimismo perfecta, como un grano de
       arena o el huevo del chochín,
y que la rana arbórea es una obra maestra para los
       encumbrados,
y que la zarzamora podría engalanar los salones del cielo,
y que la articulación más insignificante de mi mano
      ridiculiza a todas las máquinas,
y que la vaca que rumia, cabizbaja, supera a cualquier
      estatua,
y que un ratón es un milagro tan grande como para hacer
      dudar a sextillones de infieles.

Y encuentro que en mí se incorporan el gneis, el carbón, los
       largos filamentos del musgo, frutas, granos y raíces
       comestibles,
y que me recubre, entero, un estucado de cuadrúpedos y
       pájaros,
y que he tenido buenas razones para distanciarme de lo que
       he dejado atrás,
pero que puedo recuperar cuando desee.

En vano la timidez o la prisa,
en vano las rocas plutónicas despiden su antiguo calor
       cuando me acerco,
en vano se oculta el mastodonte tras el polvo de sus huesos,
en vano los objetos se alejan muchas leguas y adoptan
       múltiples formas,
en vano se asienta el océano en sus fosas y se esconden los
       monstruos en las profundidades,
en vano el buitre elige por morada el cielo,
en vano repta la serpiente por entre la enredadera y los
       troncos,
en vano se interna el alce en lo más espeso del bosque,
en vano enfila el alca al norte, lejos, hacia el Labrador.
Yo la sigo, deprisa, y trepo hasta el nido, en la hendidura del
       acantilado.



                           


Título original: Yo soy el Poema de la Tierra.
Autor: Walt Whitman
Tapa blanda: 212 páginas en papel reciclado.
Encuadernación en rústica fresada, con relieve en la portada
Editor: Red Libre Ediciones, S.L.
Idioma: español
Traducción: Eduardo Moga
Prólogo: Manuel Rivas
Introducción: Eduardo Moga

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