W. H. Auden escribió «A Platonic Blow (A Day for a Lay)» [‘Una mamada platónica (un día para echar un polvo)’] en Nueva York, en agosto o quizá otoño de 1948, un año importante en su trayectoria, en el que también compuso «In Praise of Limestone» [‘Elogio de la caliza’] y «Not in Baedeker» [‘El Baedeker no lo menciona’], y recibió el premio Pulitzer por La era de la ansiedad. Sabemos cuándo y dónde lo hizo por una carta que envió a su amante, el poeta estadounidense Chester Kallman, el 13 de diciembre de 1948, en la cual le informaba de la redacción de un poema «puramente pornográfico» con el que quería completar el «corpus Auden» y también demostrarle al profesor Norman Holmes Pearson, de la Universidad de Yale, con quien estaba preparando una antología poética, que era homosexual. En la carta, le sugería a Kallman que él escribiera otro poema sobre «el otro mayor acto sexual» —el sexo anal— y publicar las dos piezas, juntas, en «papel impermeable para viejos millonarios guarros», lo que les rendiría, aventuraba, grandes beneficios. Para este díptico imaginado, Auden se había reservado su práctica sexual preferida, la felación, que ejecutaba con entusiasmo, pero, al parecer, escasa solvencia: «Cuantas más ganas le echaba, menos respondía yo», ha escrito Harold Norse, el poeta y escritor beat, que conoció bien las habilidades de Auden —o la falta de ellas—, en Memorias de un ángel bastardo. En cualquier caso, no consta que Kallman atendiera la sugerencia de su compañero. Sí se sabe que «Una mamada platónica» empezó enseguida a circular clandestinamente, de mano en mano, entre amigos y aficionados. La publicación de un poema de esta naturaleza, explícita y antinatural, era ilegal en la Inglaterra y los Estados Unidos de los años cuarenta del siglo pasado. En el país natal de Auden, la homosexualidad estaba penada —fue delito en Inglaterra y Gales hasta 1967, y en 1952 alguien como Alan Turing, que había descifrado la máquina enigma de los nazis en la Segunda Guerra Mundial y contribuido así a salvar millones de vidas, fue condenado a dos años de cárcel por mantener relaciones sexuales con un joven de diecinueve—, y en su país de acogida, donde se había establecido en 1939, reprimida. La policía secuestraba el «material homosexual» que se atreviesen a publicar editoriales y revistas, organizaba redadas periódicas en los locales gays y sancionaba a los bares que atendiesen a personas sospechosas de cometer el «pecado nefando»; y ni en el cine ni en el teatro podía representarse nada en lo que se reconociese la condición homosexual.
En 1965, una copia de «Una mamada platónica» llegó a manos del poeta, músico y activista contracultural Ed Sanders, que se decidió a publicarla —sin permiso del autor— en la revista underground neoyorquina Fuck You / A Magazine of the Arts [‘Jódete / Una Revista de Artes’]. El carácter soez del poema de Auden no arredró a Sanders. Al contrario, lo animó a divulgarlo, por el espíritu iconoclasta que lo caracterizaba y por coherencia con el principio que regía la revista desde su fundación en 1962, que él mismo había establecido: publicar cualquier cosa que tuviese que ver con «el pacifismo, el desarme unilateral, la defensa nacional mediante la resistencia pasiva, la conjugación apertural multilateral e indiscriminada [fuese esto lo que fuese, aunque creo que tiene que ver con el sexo], el anarquismo, el federalismo mundial, la desobediencia civil, los opositores y ocupantes de submarinos, y todos aquellos a los que hubiera manoseado J. Edgar Hoover [director del FBI entre 1935 y 1972] en los silenciosos pasillos del Congreso», temas poco convencionales a los que se habían sumado el sexo y las drogas, siempre que atentaran contra la ley, el orden y las buenas costumbres.
«Una mamada platónica» vio la luz en el número 5, volumen 8, de Fuck You, correspondiente a febrero de 1965 y, casi simultáneamente, en una separata bajo el sello de The Fuck You Press, la editorial asociada a la revista. Con la forma desidiosa, proletaria —mimeografiada, con notas e ilustraciones manuscritas y un papel de muy baja calidad—, propia de los medios culturales más radicales de la época, aguerridos e impecunes, destaca en este número una magnífica nómina de autores, entre los que predominan los miembros de la generación beat. Además de Auden, colaboran Lawrence Ferlinghetti, Allen Ginsberg, Gregory Corso, Peter Orlovsky, LeRoi Jones, Ted Berrigan y el propio Sanders, entre otros escritores notables. La cubierta es de Andy Warhol. El poema de Auden aparece sin título y encabezado por una anotación: «Un poema mamón arrancado del cuaderno de W. H. Auden y que ahora, según parece, se encuentra en la Biblioteca Morgan». En la relación de colaboradores, Sanders caracteriza así a Auden: «Ciertamente, un poeta eterno. Con gran paranoia hemos impreso este delicioso poema mamón. No obstante, se trata de una obra excelente, y una cuidadosa investigación ha demostrado que es auténtica». Algunos años después, Auden lamentó no solo que «Una mamada platónica» se hubiera publicado sin su permiso, sino que aquel pareciese ser el único poema escrito por él «que los jipis hubieran leído», como refiere Richard Davenport-Hines en su biografía del poeta, Auden.
La precisión de Sanders sobre la autenticidad del poema se explicaba por el anonimato con el que «Una mamada platónica» había circulado. Auden reconocía en privado que lo había escrito él, y hasta se lo leía en la intimidad a los amigos. Uno de ellos, el poeta Stephen Spender, recuerda en sus Diarios: 1939-1989 que Auden confesó en 1970, en un encuentro con él y Chris Jagger —el hermano de Mick—, que había escrito el poema «como un ejercicio en escazontes», es decir, en versos que cojeaban: de ritmo yámbico, pero cuyo último pie no es un yambo, sino un trocaico o un espondeo, con lo que da sensación de «andar» con el ritmo alterado. Sin embargo, Auden nunca se atrevió a reconocer su autoría en público, salvo un vez: en una entrevista que le hizo el Daily Telegraph el 9 de agosto de 1968. De la primera edición en Fuck You han sobrevivido pocos ejemplares, porque, poco después de publicarse, la policía de Nueva York irrumpió en la librería de Sanders, la legendaria Peace Eye [‘Ojo de la Paz’], y secuestró casi toda la edición, cuya tirada había sido de 300 ejemplares, junto con la separata con el poema y otros materiales «obscenos», que fueron destruidos. Fuck Books tomó el testigo y publicó «Una mamada platónica» en Londres en 1967. Luego, en octubre de 1969, lo hizo en Amsterdam una publicación erótica, Suck [‘Chupar’]. También se publicó en el número 11 de la revista Avant Garde (que tuvo el detalle de enviarle a Auden un cheque por su colaboración, pero el poeta lo devolvió) en marzo de 1970, el mismo año en el que Guild Press dio a conocer una versión ilustrada. Finalmente, también el Gay Sunshine Journal lo recogió en su número 21, en 1974. La circulación subterránea y azarosa del poema ha hecho que apareciera con diversos títulos: a veces era «Una mamada platónica (un día para echar un polvo)»; a veces, solo «Una mamada platónica» o «Un día para echar un polvo»; en otras ocasiones, ha sido «El poema mamón» o, simplemente, «El poema de la mamada»; también se le ha añadido la coletilla «por la Sra. Oral» (by Mrs. Oral). En cualquier caso, Auden no lo incluyó en las ediciones de su poesía completa que dio a la imprenta en 1966 y 1968, y hoy sigue sin incluirlo la que después publicó Edward Mendelson en 1976; tampoco lo hacen las principales antologías de su obra, del propio Mendelson (1979) y de John Fuller (2000), todas ellas publicadas por Faber & Faber. En España, «Una mamada platónica» no figura en ninguna de las mejores selecciones de la obra de Auden, entre las que destacan Canción de cuna y otros poemas, con traducción y prólogo de Eduardo Iriarte (Lumen, 2006), y Los señores del límite, con selección, traducción y prólogo de Jordi Doce (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2007). Hasta donde alcanzo a saber, el poema solo se ha publicado exento en la remota separata de The Fuck Press y en Orchises Press, de Alexandria (Virginia, EE. UU.), en 1985, con el título de «The Platonic Blow and my Epitaph». Pero sí se ha incorporado a múltiples antologías de poesía erótica, algunas tan recientes como The Best American Erotic Poems. From 1800 to the Present, de David Lehman (Scribner, 2008), o The Poetry of Sex, de Sophie Hannah (Viking, 2014), y se reproduce en varias páginas de internet, bien recitado (https://www.youtube.com/watch?v=psy0q0qm6u8) o transcrito (https://www.vulture.com/2008/03/how_dirty_is_that_auden_poem_t.html#more o http://www.lapetiteclaudine.com/archives/Auden_The_PLatonic_blow.txt, entre otras). Pese al conocimiento universal (y gratuito) del poema que permite Internet, esa hidra de muchísimas cabezas, los actuales tenedores de sus derechos no han autorizado su publicación, ni la de su traducción, en este artículo, por lo que todas las referencias al texto original son citas y los comentarios, un parafraseo que, no obstante, espero lo más certero posible, y para cuya valoración y cotejo remito a la versión original —o versiones: hay pequeñas diferencias entre ellas— accesible en las páginas mencionadas.
Como historia, la que explica «Una mamada platónica» es bien sencilla: un soleado día de primavera, el protagonista del poema vuelve de almorzar y ve en la calle a un atractivo joven. Se atreve a invitarlo a su casa, y el joven acepta. Allí toman unas cervezas y charlan. El hombre se llama Bud, es mecánico y de Illinois, y tiene veinticuatro años. Pero el protagonista no está por perder el tiempo, que es oro, y no tarda en echarle mano a la bragueta. Descubre entonces, con alborozo, que la naturaleza ha sido generosa con Bud: el miembro que su experta mano saca a la luz tiene «casi veintitrés centímetros de longitud y ocho de grosor». Pero, cuando se prepara para chuparlo, Bud lo frena y se desnuda. El protagonista dedica entonces varias arrebatadas estrofas a cantar la belleza de su cuerpo, con especial detalle la de sus órganos genitales. Luego hacen lo que hacen todos los amantes en estas o semejantes circunstancias: se abrazan, se besan, se acarician, practican el coito intercrural y, por fin, se rinden a la felación: Bud se abandona en la cama, «con los labios entreabiertos y los ojos cerrados (…), listo para el acto», y el protagonista se lanza sobre su cuerpo: le lame las tetillas y los sobacos, le besa el pecho, le acaricia los muslos y las caderas, le oprime las nalgas y, por último, le da un beso negro, lento y sabroso. Luego se aplica a la placentera tarea de la mamada, que concluye, quod erat demonstrandum, en una copiosa eyaculación.
(Continuará)
[Esta es la primera mitad del artículo publicado en Quimera, núm. 442, octubre 2020, pág. 19-23]
Enhorabuena Eduardo. Un abrazo iconoclasta.
ResponderEliminarSuena indecente, pero me dejas con ganas de más.
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