Queridos Reyes Magos:
Si os soy franco, este año no sé si he sido bueno. Tampoco si he sido malo. Esto de ser bueno o malo es cada vez más difícil de saber. Sí sé que he sido paciente y, quizá, hasta resignado. Un poco, al menos. La paciencia y la resignación no tienen buena prensa: son virtudes maría, por utilizar una analogía escolar. Cotizan más la ambición, la valentía, la audacia: esas hijas del pensamiento positivo, tan norteamericano, según el cual, si uno quiere algo mucho, mucho, y se aplica a conseguirlo, se hará indefectiblemente realidad. Ser paciente, en cambio, carece del glamur de otros rasgos de la personalidad y, además, es muy difícil; y resignado, ni te cuento. Y lo son porque suponen el sacrificio de algo fundamental, el tiempo: la paciencia y la resignación son como la resistencia pasiva: algo que no hacemos, o que dejamos pasar, mientras transcurren los días o los años. El tiempo, nuestra única riqueza, se nos escurre entre los dedos mientras esperamos; y, si nos resignamos, simplemente se muere: desaparece, aunque uno siga respirando. Ambas, paciencia y resignación, deberían estar más reconocidas. Pero no sé, queridos Reyes de Oriente, por qué os estoy largando este discurso. Las cartas que se os escriben no están para filosofar, sino para pediros cosas. Así que yo también voy a hacerlo, aunque dude de mis méritos. Sin embargo, si lo pienso bien, lo que más me apetece que me traigáis es, precisamente, paciencia y cuarto y mitad de resignación. Preveo un incremento general de la estupidez circundante; o, más que un incremento, un enrocamiento, una fosilización de la imbecilidad, como si ya no pudiera estricarse de los cerebros que ha colonizado. Tampoco la cotidianidad ha de variar mucho: seguiremos yendo a trabajar cada día, seguiremos teniendo que hacer la compra, seguiremos llevando el coche a reparar al taller, seguiremos asistiendo a las reuniones de vecinos, seguiremos pagando impuestos, seguiremos, en fin, viendo pasar los días y las noches sin que la felicidad se nos aparezca, o, peor aún, sintiendo que se nos arrebata la poca o mucha que nos pudieran procurar algunos momentos, algunas aficiones, algunas personas. Para esta continuidad letal, porque acaba en la muerte y es ya la muerte anticipada, necesito que me deis fortaleza y serenidad, a falta de mejor remedio. No obstante, también os voy a pedir otras cosas. Ellas me ayudarán igualmente a sobrellevar este poco halagüeño 2020. O eso creo. Me gustaría que hubiera más Woody Allen. Me gustaría que el Barça ganara la Liga de Campeones, pero, a la vez, que no me importase que no la ganara (o que la ganase el Madrid). Me gustaría poder seguir leyendo periódicos en papel. Me gustaría no perder ningún amigo (y, si es posible, hacer alguno nuevo). Me gustaría que Donald Trump se cayera por las escaleras al subir al avión presidencial. Me gustaría que España fuese un país educado y generoso. Me gustaría que Cataluña fuese un país sensato y pacífico. Me gustaría que resucitaran Enrique Tierno Galván, Manuel Vázquez Montalbán, José Luis Sampedro, Rafael Sánchez Ferlosio, mi padre. Me gustaría no cometer ningún error cuando traduzco. Me gustaría que los pájaros no me cagaran el coche. Me gustaría que me gustase tanto escribir poesía como cuando empecé a hacerlo. Me gustaría leer más despacio, comer más despacio, hacer el amor más despacio. Me gustaría que la grúa no se me llevara el coche cuando lo dejo aparcado (de cualquier manera) para llevar a mi madre al hospital. Me gustaría adelgazar. Me gustaría no morirme todavía. Me gustaría que la gente no se diera tantos aires, ni darme yo mismo tantos. Me gustaría que mi mujer no tuviera que vivir en el extranjero para tener un trabajo digno. Me gustaría no discutir por gilipolleces, ni callarme cuando debiera protestar. Me gustaría haber conocido a mis abuelos. Me gustaría que, si perdiese algo, me lo devolvieran. Me gustaría que los libros, y el cine, y el teatro, y los museos, y los conciertos, fuesen más baratos (me da igual, en cambio, que las entradas del fútbol valgan el potosí que valen; por esto no tenéis que preocuparos). Me gustaría que no me perturbase la esperanza. Me gustaría no irritarme, no ensombrecerme, no declinar. Me gustaría que las cosas no dejaran de funcionar. Me gustaría vivir una vida lujosa. Me gustaría no hacer daño a nadie, ni que me lo hiciesen a mí. Me gustaría mentir con más sinceridad. Me gustaría encontrar un fontanero en agosto. Me gustaría que la gente agradeciera lo que se hace por ellos. Me gustaría entrar en una pelea sin pensar que nadie va a ayudarme. Me gustaría ser menos cobarde. Me gustaría ser mejor hijo y mejor padre. Me gustaría saber cocinar. Me gustaría que no hubiera erratas en los libros. Me gustaría hablar finlandés. Me gustaría amar mejor. Me gustaría que no enfermáramos, que no sufriésemos. Me gustaría que hubiese más poesía, que la poesía nos envolviera allí donde estuviésemos. Me gustaría que Isabel Díaz Ayuso volviese a llevar la cuenta de tuiter de Pecas, el chucho de Esperanza Aguirre. Me gustaría que siguiera habiendo concursos de belleza. Me gustaría la paz en el mundo. Me gustaría ganar alguna vez al ordenador al ajedrez. Me gustaría vivir en una república y no en una monarquía (sé que esto os debe de resultar particularmente incómodo, pero a mí me haría mucha ilusión). Me gustaría no interesarme por lo que dicen los idiotas. Me gustaría no perder el sentido del humor. Me gustaría conservar la llama interior. Me gustaría no dimitir de la vida.
Ya sé, querido Reyes Magos, que la carta me ha salido un poco larga, pero confío en que podáis regalarme algo. Aunque, si queréis traerme solo carbón, lo aceptaré resignado. Quizá lo merezca. He dejado manzanas en los zapatos para los camellos. Os deseo un buen viaje.
Querido Eduardo:
ResponderEliminarAcabamos de leer tu carta. Sabemos que no te has portado nada mal.Sabemos que vives en tiempos difíciles de entender. Eduardo,nos hacemos nuestras tus tribulaciones. Procuraremos poder hacer realidad alguna petición de las que nos haces llegar en tu hermosísima carta. Intenta encontrar la magia en cada instante por vivir.Disfruta del poder que tienes: la escritura. Nosotros tenemos en estos días muchísimo trabajo y quebraderos de cabeza intentando contentar a tantas mentes hambrientas de cosas y no de sentimientos.
Eduardo, haremos todo lo que buenamente podamos para hacer realidad alguna de tus peticiones.
Que la vida te mime como te mereces.
Atentamente, El Rey Melchor.
A una a veces le da por pensar que tiene superpoderes de reina (m)baja, y entonces me enfundo mi súper traje de licra, que transpira fatal pero moldea la figura estilo Barbie con su súper tejido proteico que es un gusto, y con esas pintas me río yo del poder del genio de Aladino para cumplir deseos. Si el deseante o deseador tiene fe a pesar de mi "look" antipiadoso, el éxito está asegurado. A ver qué puedo hacer con lo de Trump y lo de la Ayuso, que son misiones que me van como anillo al dedo. Lo del fontanero y la cocina, Eduardo, coño, son ganas de ponerlo difícil. Pero de manzanas, nada, no hay trato si no me premias con tu sonrisa.
ResponderEliminarCuánto he echado de menos tus comentarios, Gema. Un abrazo enorme.
EliminarGracias por el abrazo, Blanca, y por tu echarme de menos. El cariño y las palabras amables, a ratos, nos sanan. Yo también te mando un abrazo fuerte, de esos que duelen, quitan la respiración y después hacen reír.
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